Fecha de publicación: Lun, 10/06/2019 - 17:59

En la clase de la profe María de Jesús, danzan la diversidad y la inclusión

Esta maestra de Ciudad Bolívar es una de las 11 finalistas del Premio Compartir al Maestro 2019, con su proyecto “La danza para la convivencia sin indiferencia entre estudiantes sordos y oyentes”. Conozca el sueño que ella viene haciendo realidad desde hace 16 años.

Si hay una cita que María de Jesús Rengifo Damarchi tiene presente en su día a día es la del filósofo Albert Jacquar: “En la pista de baile, el único combate que vale no es superar a los demás, sino superarse gracias a los demás”. Esto es lo que sucede, al pie de la letra, en la clase de esta docente de Danzas del colegio San Francisco de Ciudad Bolívar.

Para los más cercanos, ella es conocida como la profe Maruja, una mujer oriunda del Chocó que lleva trabajando 24 años en el sector educativo oficial de Bogotá. Quienes la ven seguramente la identifican con facilidad por sus turbantes coloridos, sus largos collares y su risa constante. Sin embargo, lo que muchos no se imaginan es que ella es la autora del proyecto “La danza para la convivencia sin indiferencia entre estudiantes sordos y oyentes”, una iniciativa ejemplar para la educación inclusiva y de calidad.

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Corría el año 2003 cuando los primeros estudiantes sordos llegaron al colegio San Francisco, eran más o menos 15 niños de diversos grados. Todo parecía indicar que la institución educativa no estaba preparada para recibirlos. Así lo recuerda María de Jesús: “Mientras los estudiantes oyentes estaban en clase de Danzas disfrutando del baile y compartiendo entre ellos, los estudiantes sordos pasaban el tiempo de la clase dibujando. Los aislaban sin evaluar sus conocimientos, sin acogerlos. Los estudiantes sin discapacidad ni siquiera querían tocar a los que tenían discapacidad auditiva”.

Fueron escenas que impactaron a la maestra Rengifo. A pesar de que ella no conocía la lengua de señas ni tenía la formación profesional para atender a estudiantes con discapacidad, decidió apostarle a la inclusión. Su primer combate entonces fue contra la discriminación en las aulas.

“Quería que los niños sordos participaran en mi clase, por lo que decidí dibujarles todos los pasos y movimientos de las coreografías. Ellos se los aprendían en casa y en la clase los socializábamos. También, los motivé para que usarán sus otros sentidos. Cada vez que sonaba mapalé, cumbia, bambuco, merengue o champeta, les ponía las manos sobre la grabadora y ellos iban distinguiendo vibraciones diferentes”, cuenta la docente a la Secretaría de Educación del Distrito.

Profe enseñando baile

El segundo combate de esta chocoana fue por ganar la convivencia. “Empecé a sensibilizar a los niños oyentes, explicándoles que cualquier persona puede nacer o quedar sorda siendo niño o adulto. Los estudiantes con discapacidad auditiva les contaban sus historias y, juntos, entendían sus orígenes. Así comenzaron a interactuar”.

En este proceso, la docente María de Jesús también notó que había rechazo hacia los jóvenes afrocolombianos. Los estudiantes mestizos evitaban con ellos el contacto natural que implica la danza. Segura de que la escuela debe adaptarse a las necesidades de los niños, dio un tercer combate por ganar el respeto a la diferencia, el autorreconocimiento y el reconocimiento del otro.

“Todavía hay estudiantes que creen que son blancos, por lo que incorporé diferentes contenidos a la clase para explicarles que los colombianos somos producto del mestizaje y de culturas que han aportado a la historia de nuestro país”, afirma.

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De esta manera, lo que inició como una clase de Danzas de tres horas semanales se convirtió en un proyecto de aula, en un semillero para niños y jóvenes de 5.º a 11.º que le dan un “no”, en voz alta y clara, a la segregación.

En la institución han realizado varios talleres de lengua de señas, en los cuales ha participado la profe Maruja. “Aunque es complicado, me aprendí muy bien el abecedario y, por lo general, me comunico así con los niños con discapacidad auditiva”, cuenta.

No obstante, la comunicación va más allá de los sonidos. En esta clase, hecha a pulso y corazón, danzan la diversidad y la inclusión, que hacen juego con otras actividades e ideas que se han venido desarrollando desde hace 16 años.

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“Mi clase consta de tres horas semanales, una para teoría y dos para práctica. El objetivo es que los niños conozcan y cuenten la historia que está guardada, que no a todos nos cuentan desde pequeños.  Por eso, involucro la Cátedra de Estudios Afrocolombianos con la danza. Todos mis estudiantes participan y todos aprendemos de identidad”, señala María de Jesús.

El colegio San Francisco, que cuenta con un énfasis en artes (música, plástica y danzas), tiene matriculados unos 50 estudiantes sordos. “La discriminación es cosa del pasado”, asegura la docente.

Ahora, su mayor orgullo es que sus estudiantes de 11.º transmiten lo aprendido a los más pequeños. “Hacemos muñecos negros, indígenas y mestizos para los niños de los primeros grados, que también tienen estudiantes sordos. Así vamos alimentando el autorreconocimiento y, como consecuencia, el respeto por el otro. Sé que, de los 300 o 400 niños que tengo en clase al año, algo les queda”, precisa la maestra.

Profe dando clase

El proyecto “La danza para la convivencia sin indiferencia entre estudiantes sordos y oyentes” ha llegado a eventos como el Iberoamericano de Educación Venezuela 2008 y el Iberoamericano de Redes sobre Interculturalidad México 2017.

Sin embargo, la docente Rengifo sueña con llegar más lejos, con brindar más de su pasión por la educación de calidad. “Quiero que el colegio San Francisco enseñe lengua de señas a toda la comunidad educativa, una hora a la semana. También, me gustaría tener una fundación o un hogar para niñas”, finaliza.
Cabe recordar que la Secretaría de Educación del Distrito tiene un modelo de atención educativa que garantiza las estrategias y acciones para que todas las poblaciones, a través de un enfoque diferencial, puedan acceder y permanecer en el sistema educativo. Esto implica la formulación de políticas inclusivas, la generación de una cultura inclusiva y la implementación de prácticas pedagógicas inclusivas.

Teniendo en cuenta lo anterior, los colegios oficiales de Bogotá brindan atención educativa a 18.820 niños, jóvenes y adultos con discapacidad, entre ellos 1019 estudiantes sordos.

¡Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos!


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