Fecha de publicación: Mar, 03/11/2015 - 11:10

‘VICKY’, LA VACA QUE CAMBIÓ LA VIDA DE 600 ESTUDIANTES EN USAQUÉN

En este colegio rural de Bogotá, Victoria es la reina. Una vaca que adoptaron estudiantes citadinos y campesinos para compartir conocimientos sobre la tierra y los animales. Amar la vida, la gran ‘victoria’ de este proyecto, único en la capital.

Es francesa y su nombre es como de la realeza: Victoria, la vaca de pelaje mixturado blanco y café, que se pasea altiva por los terrenos verdes del colegio público rural Nuevo Horizonte, ubicado en la vereda Torca de Usaquén.

¿Una vaca en el colegio? Lo que parecía una idea ‘descabellada’, para la maestra Mónica Rincón y sus compañeros docentes, se convirtió en una oportunidad única de aprendizaje. Esta flamante bovina es la ‘victoria’ de un proyecto único en los colegios de la capital que fortalece los vínculos de las niñas y niños con el territorio que los rodea. Su objetivo es simple, pero trascendental: aprender a amar la vida.

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‘Vicky’, como la llaman cariñosamente, fue adoptada por los 600 estudiantes de este colegio público. Lejano, rural y verde. Niñas y niños que, en su mayoría, llevan la siembra, los animales y la tierra en su sangre, y por eso reciben formación con énfasis agrícola y ambiental.

Julián Sánchez es uno de esos estudiantes campesinos. Está en grado 9° y, pese a su relación estrecha con la tierra y la crianza de animales, no esconde su emoción al tener todos los días leche recién ordeñada. De que Victoria sea parte de sus días y sus clases.

“A las vacas no hay que tenerles miedo. Debemos demostrarles nuestra autoridad y cariño. El animal es feliz cuando uno le expresa con acciones, que puede confiar y que va a estar bien. Victoria llegó a nuestras vidas para darnos alegría y amor. Además, para demostrar lo que es nuestro territorio, arraigado a la naturaleza”, dice Sánchez, mientras le da unas leves palmadas en el lomo a Vicky y luego le da un abrazo hasta donde sus brazos le alcanzan.

A este proyecto, los maestros lo llamaron ‘Torca, una oportunidad para desarrollar la cultura ambiental y valorar la biodiversidad’. Nació, creció y ahora es una de las Iniciativas Ciudadanas de Transformación de Realidades – Incitar con las que la educación pública de Bogotá apoya las pequeñas grandes revoluciones de las comunidades en los colegios oficiales. Sus resultados son invaluables, pues además de fomentar el amor a la tierra y la vida, contribuye a la formación en ciudadanía participativa a través de la protección y defensa de los animales.

Julián reflexiona al respecto y cuenta que el colegio cuenta con un predio de más de 1.000 metros “para que la vaquita se sienta como en su casa. Parte del motivo que nos sedujo a la adopción, fue el deseo de poder brindarle una vida digna y de calidad, pues dentro de poco Victoria va a ser mamá, va a tener un lindo ternerito europeo”, dice entre risas.

Mónica Rincón, una de las docentes líderes de esta iniciativa, concuerda con Julián. “Queremos que los estudiantes vean cómo es llevar una vida ecológica que implica esfuerzos hacia la autogestión y autosuficiencia. Siempre es bueno enseñarles cómo cuidar y proteger un animal, que siente como nosotros y le da hambre como a nosotros”, dice la maestra.

Pero además, como recalca, esta iniciativa tiene el objetivo de que los chicos de la vereda y del campo compartan sus conocimientos con los estudiantes de la ciudad. “Ellos son los que más se han apropiado de este proyecto, en el que demuestran sus saberes y tradiciones”, asegura Mónica, una profe apasionada por el campo y sus incalculables enseñanzas.

La llegada de la ‘Victoria’

Con un azadón, un escardillo, un rastrillo y una manguera, empezó este año este proyecto ambiental, uno de los que más atrajo la atención de los estudiantes. Preparar el terreno fue la primera misión de Julián y los demás estudiantes granjeros, al saber que pronto llegaría Victoria, la vaquita que transformaría totalmente su rutina en el colegio.

“La rutina agrícola requiere de disciplina y rigurosidad. Los animales merecen todo nuestro respeto. El paso de una res es muy seguro y merece bienestar. Una vaca debe sentir el pasto suave y firme, y además debe tener agua limpia. La gracia de su mantenimiento es que todos los estudiantes trabajemos, no solo uno o dos”, cuenta Julián para quien esta iniciativa es como tener su casa en su colegio.

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Al llegar al colegio en la mañana, inicia la labor de los estudiantes granjeros. A las 6:30 a.m. le dan su primera porción de comida, que son residuos orgánicos que traen de su casa, como cáscaras de mazorca, alverja y plátanos. Luego, a las 10:30 a.m. salen de su aula de clase para revisar que todo esté bien, es decir, recoger sus excrementos, que tenga agua limpia y mudarla de sitio con el fin de que a su paso, coma pasto fresco.

“Tenemos un reloj que nos anuncia la hora indicada. Este es un proceso de entrega y compromiso con la vida”, dice Sánchez, quien vigila que todo esté en orden y con sus manos recoge el recipiente del agua para ir a cambiarla, en una de las llaves del líquido potable cercanas a la granja.

Lizet Agudelo, una de las estudiantes citadinas de 10°, manifiesta que todos los días de la semana Vicky recibe todos los cuidados especiales para que viva bien. “Aunque al principio me daba miedo acercarme a ella, ahora la acaricio y le brindo amor. Además de darle su comida y recoger sus excrementos. Estoy comprometida con este proyecto porque me brinda conocimientos que nunca pensé que aprendería”.

Finalmente a las 12:30 a.m. antes de irse para su casa, los alumnos le brindan otra porción de comida y le dejan agua limpia. Muy de vez en cuando, los estudiantes ordeñan la vaca con el fin de observar que tenga un proceso normal, puesto que aún no se puede desarrollar con rigurosidad, ya que la vaca necesita esos nutrientes para el bebé que dará a luz en enero del próximo año.

“Los estudiantes han aprendido el amor por la vida, el desarrollo de valores hacia la naturaleza y la importancia del bosque”, dice Leonor Cubides, otra de las maestras que participa en esta iniciativa, quien además manifiesta que los estudiantes citadinos han dejado a un lado su timidez, para dejarse llevar por el cariño que ofrecen estos animales y por el aprendizaje que pueden brindarle estudiantes como Julián.

En este proyecto, las niñas. Niños y jóvenes se enfocan en cinco líneas específicas: la cultura ambiental, la producción limpia (que incluye la granja, los jardines y los animales), el senderismo, el manejo de residuos sólidos y la unidad agroindustrial estudiantil, en donde los estudiantes analizan el proceso de producción de la leche y la creación de productos como yogurt y queso.

“Yo solo sé que la vida hay que respetarla y amarla. Aún más cuando sabemos que un animal no puede pronunciar una sola silaba. Los seres humanos tenemos en nuestras manos la vida de cientos de animales que merecen vivir en nuestras mismas condiciones” dice Sánchez, quien al finalizar la rutina se dedica con otros compañeros a rastrillar y limpiar uno de los pedazos del predio, para que crezca pasto sano y en buenas condiciones para la vaca Vicky.


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