Fecha de publicación: Jue, 17/12/2015 - 16:09

ESTUDIANTES DE USME DESCUBREN LA VERSIÓN EXTREMA DE BOGOTÁ

Entre las moles de cemento, profesyonel masaj los trancones y las calles congestionadas de la capital, existe una ciudad con ríos cristalinos, montañas frondosas y escenarios de ensueño para practicar deportes extremos y experimentar altas dosis de adrenalina. Conazcala, de la mano de 75 estudiantes del colegio Las Violetas - Gabriel Garcí­a Márquez.

El frío es penetrante, pero nadie parece sentirlo. “Listo chicos, busquen el grupo que les asignamos y prepárense para salir”, dice Talía Romero, una menuda jovencita de 16 años, a un grupo de 40 estudiantes del colegio La Candelaria, que esa mañana salieron del centro de la ciudad para llegar justo al límite entre las localidades de San Cristóbal y Usme para conocer lo que esconden las faldas de la cordillera suroriental.

Con sus cascos bien puestos, los invitados de esta jornada siguen todas las indicaciones de Talía quien, aunque tiene su misma edad, habla con la seguridad que solo la experiencia otorga. “Estamos en el barrio Las Violetas, de ahí el nombre de nuestro colegio. Hoy iremos hasta allá”, explica la estudiante que se encuentra con el grupo justo en la entrada de la institución educativa, y que señala con su dedo un difuso y lejano punto. “Tranquilos, primero vamos a ir despacio, y poco a poco iremos subiendo la intensidad. Si alguno no se llega a sentir bien, avise a alguno de los que tenemos chaleco para ayudarlo”.

Ordenadamente el grupo inicia el recorrido subiendo por el polvoroso camino que los lleva a la carretera principal, conocida por todos los del barrio, como la antigua vía Villavicencio. Conforme se va subiendo, el punto de partida, se va convirtiendo en un pequeño punto de cemento enclavado en lo bajo de la montaña. El viento sopla más fuerte, el cielo se despeja y aparecen ante los ojos de todos, las imponentes montañas. Talía se detiene y su suave voz traslada al grupo a la época en donde todo comenzó:

Usminia, era la princesa de este lugar. Gracias a su belleza, muchos la pretendían en matrimonio, pero ella se negaba, porque no quería abandonar Usme. Sin embargo, el cacique Ubaque se niega a aceptar la negativa de la princesa y la rapta para llevársela a la laguna sagrada de Chizacá y pedir permiso a los dioses de tenerla como su esposa. Cuando se encuentran en el agua, la princesa abraza fuertemente a su raptor haciendo que los dos mueran ahogados. Al ver este sacrificio, los dioses Sué y Chía, deciden inmortalizarla dando forma a las montañas con su silueta femenina. Por eso, este cerro recibe el nombre de ‘La Teta’, por sus similitudes con el cuerpo de la mujer.

Tras la breve pausa, y mientras más de uno va discutiendo sobre si tiene o no forma de mujer, aparece la carretera. “Ahora a trotar”, dice con energía Talía, y sus piernas se alejan rápidamente seguidas por una comitiva de cascos de colores y mejillas coloradas que a pesar de la exigencia física, disfrutan el recorrido.

De esto se trata ‘Ecología, Turismo y Aventura’, un proyecto que desde 2006 le ha enseñado a los estudiantes del colegio Las Violetas – Gabriel García Márquez a apropiarse de su territorio, y de paso invita a todas las niñas, niños y jóvenes de la capital a descubrir ‘la otra Bogotá’, dueña de una infinita riqueza natural, que todas y todos deberíamos proteger.

Una ‘eco pedagogía’ para vivir mejor

“Hace ya nueve años aquí en el colegio durante el desarrollo de una de las clases de ciencias naturales con el grado noveno, le pregunté a los estudiantes ‘¿qué tenemos?’, y ellos me dijeron, ‘nada, aquí solo hay matas, montañas y agua’. Fue en ese momento que vi la necesidad de que ellos aprendieran a conocer su entorno para que empezaran a valorarlo”, explica Gustavo Moreno, docente creador de Ecología, Turismo y Aventura’.

Con más ganas que recursos, este licenciado en biología y química empezó a explorar con sus estudiantes el territorio que los rodea y, mientras lo iban descubriendo, él aprovechaba para enseñarles sobre medio ambiente, geología de los cerros orientales e historia de los barrios aledaños al colegio.

“En este proceso empezamos a explorar senderos naturales, lagunas y cuevas. Era un paraíso por descubrir, y por eso decidimos compartir con más personas esta experiencia. Con ayuda de otros docentes, empezamos a formar a nuestros estudiantes como guías ecológicos, y así iniciamos estos recorridos invitando a estudiantes de otras instituciones educativas”, comenta el profesor Gustavo.

De este ejercicio, que él llama “una eco pedagogía para vivir mejor”, todos sus estudiantes se contagiaron, y empezaron a entender desde la práctica, lo afortunados que eran de vivir en un lugar como Las Violetas.

“A veces uno piensa que el sur solo tiene cosas malas, pero los profesores del proyecto nos han enseñado a mirar de una manera diferente todo lo que nos rodea. Lo más importante es que descubrimos la importancia de cuidar el medio ambiente, en especial el agua, que aquí tenemos por montones, pero que no cuidamos. Eso es lo que trato de mostrarles a los chicos que vienen a hacer estos recorridos”, comenta Talía, una de las 75 estudiantes que hace parte de la última camada de este proyecto, que en lo largo de toda su historia ha vinculado a más de 450 alumnos de sexto a once de bachillerato.

Gracias al gran impacto que ‘Ecología, Turismo y Aventura’ ha tenido dentro de esta comunidad educativa, ahora es parte vital del Proyecto Ambiental Escolar PRAE, de esta institución educativa, y se ha convertido en uno de los centros de interés de profundización de los aprendizajes de la Jornada Completa de Bogotá.

“El objetivo del proyecto es formar líderes sociales y ambientales que conozcan su entorno y lo den a conocer a otros. No solo es una labor educativa sino también social, pues al conocer el medio, entenderán y aprenderán mejor las dinámicas humanas. No solo se trata del saber, sino también del ser, y es por eso que también hacemos parte de la Jornada Completa de Bogotá”, explica el profesor Gustavo.

Tras correr algunos kilómetros de carretera, Talía llega con su grupo a un paraje boscoso desde donde se puede escuchar el arrullo de una quebrada. “Llegamos a la quebrada Yomasa”, dice la jovencita.

  • “¿Y cómo vamos a llegar por aquí a la montaña?, no veo camino”, dice uno de los estudiantes del colegio La Candelaria.
  • “Por el lecho del río, vamos a hacer cañyoning”, responde Talía y empieza a caminar por entre las rocas.

Una aventura extrema

El cañyoning es un deporte de aventura no competitivo cuyo objetivo es disfrutar de los retos naturales al avanzar por entre el río. Talía, guía la ruta parándose con destreza en las grandes piedras de la quebrada Yomasa.

Poco a poco el grupo avanza, uno de los integrantes resbala y ¡zaz!, al agua va a caer. Rápidamente Talía se acerca a ayudar al visitante, lavado de pies a cabeza. “Estamos entre el páramo de Cruz Verde y Sumapaz, aquí lo que hace es frío”, dice la estudiante mientras saca del agua al aventurero.

A pesar del inconveniente, todos están emocionados. El paisaje es hermoso, no hay ruidos de carros, solo la naturaleza que los recibe con cariño. Al llegar al nacimiento de la quebrada, los recibe Fredy Eduardo Salamanca, docente de educación física.

“Hola chicos, ahora vamos a la segunda parte del recorrido”, dice el profe Fredy a manera de saludo y empiezan a caminar. Senderismo, es el nombre de esta actividad en la que, mientras los aventureros toman fuerzas con un ejercicio menos exigente, se les explica sobre la importancia de cuidar el patrimonio natural y cultural de la zona.

“Como pueden ver, aquí hay mucha agua, pero esto no va a durar para siempre y nosotros la necesitamos para vivir. Ya entramos en el listado de las especies en peligro de extinción, por eso si no empezamos desde ya a cuidar lo que tenemos, vamos a desaparecer”, dice Camilo Mora, otro de las guías en formación de Las Violetas - Gabriel García Márquez.

Poco a poco el camino se empieza a hacer más empinado, entonces el profesor Jhon separa el grupo: con Camilo seguirán las personas de más edad o que no crean resistir más la altura, y con él y Talía se irán las que quieran llevar su aventura a un nivel más extremo practicando rappel en la montaña más alta del páramo ubicada 3.400 metros sobre el nivel del mar.

“Me involucré en el proyecto porque vi en la propuesta muchas potencialidades para el desarrollo de mi área, particularmente por el contexto social y geográfico que envuelve esta comunidad.  Desde que ingresé a la institución tenía la idea de desarrollar actividades en la naturaleza, deportes de aventura y otros relacionados, y este proyecto me ha dado esta oportunidad, que es única”, comenta el docente Fredy, quien enseña a los estudiantes todo lo relacionado con la quinestesia, normas de seguridad, nudos y manejo de los equipos para realizar rappel.

Para este docente, la oportunidad de desarrollar otro tipo de habilidades en sus alumnos, es otra de las ventajas que este proyecto ha traído a las aulas, pues además de despertar su interés, les ha mostrado una infinidad de posibilidades que antes desconocían.

“Muchos de nuestros estudiantes han evidenciado en este proyecto un posible campo para su formación profesional y desempeño laboral inclinándose por carreras a nivel técnico, tecnólogo y profesional relacionadas con el turismo, educación física, ciencias naturales e incluso ciencias de la salud porque aquí también les enseñamos primeros auxilios.

– explica el profe Fredy -. Pienso que esto habla muy bien del proyecto, tanto que se está proponiendo hacer de este proyecto una línea de profundización en la Educación Media Fortalecida”.

Al llegar a la cima de la montaña, el vértigo se apodera de todos, pero confiados en la seguridad del profesor Fredy y sus estudiantes, uno a uno comienzan a descender.

“¡Es lo máximo!”, grita Ángela Salas quien, aunque pensó que no iba a poder llegar a la cima de la montaña, no se arrepiente de haberlo intentado.

Mientras Ángela y los demás estudiantes descienden emocionados, su profesora Cristina Rodríguez los mira a lo lejos. “Yo ni loca llegaba hasta allá arriba”, comenta la docente que por segunda vez trae a sus estudiantes de La Candelaria, a esta aventura.

“Lo que hacen estos chicos y los profesores es maravilloso, además que así retroalimentamos nuestras experiencias ya que somos parte de la red Colegios Amigos del Turismo”, dice la docente que en su colegio también tiene un programa de formación en turismo, solo que ellos lo hacen desde la historia por las calles del centro de Bogotá.

En esta oportunidad Cristina dejó a un lado el rappel, y optó por la visita a la cueva, que es una pequeña mina de carbón que hacia 1950 explotó la cervecera que quedaba en el sector. Hoy, solo queda el socavón, que los estudiantes del colegio Gabriel García Márquez rescató y lo utiliza para llevar a sus habitantes a experimentar las características de este ambiente ocupado por arañas y murciélagos.

Agua que no has de beber, debes proteger

Luego de casi siete horas de deporte extremo, el grupo llega al lugar en donde todo comenzó. El cansancio es evidente, pero están contentos. “Me encantó, no sabía que Bogotá tenía tanta naturaleza, voy a pensar dos veces antes de botar basura o desperdiciar agua”, dice Leonardo Sierra, uno de los expedicionarios.

Talía, Estefanía, Camilo y los demás guías, reciben los cascos y los agradecimientos de los visitantes. También están cansados, pero no paran de sonreír.

“Por eso es que hago esto, el ejercicio revitaliza y mostrarles a otros lo bonito del sur no tiene precio”, comenta Camilo quien como todos sus compañeros hace parte de esta iniciativa por gusto pues, como lo señala el profesor Gustavo, este proyecto no tiene nota. “Ellos nos regalan su tiempo porque quieren”, concluye.

Sin importar los moretones, las caídas y la ropa empapada, todos los participantes de esta aventura se van felices a sus casas, con ganas de volver a este lugar para seguir enamorándose de esta ‘Bogotá Extrema’, y seguir llevando el mensaje que los guardianes del colegio Las Violetas Gabriel García Márquez le enseñaron: Agua que no has de beber, debes proteger.

Por Paula Andrea Fuentes

Fotos Julio Barrera


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