Fecha de publicación: Mar, 29/12/2015 - 09:27

CARACOLES Y LOMBRICES: EL SECRETO PARA HACER DEL MUNDO UN LUGAR MÁS PACÍFICO

Con estos invertebrados, cuatro maestras del colegio público Andrés Bello enseñan a niñas y niños a vivir en armonía consigo mismos y el mundo que los rodea. Una historia de corazón verde.

Pequeños, gelatinosos y de paso sosegado. Así son los caracoles, aquellos familiares de los pulpos que, aunque gozan de poca popularidad entre la mayoría de las personas, tienen en Bogotá un fortín de fieles protectores que los llenan de cuidados y afecto. Se trata de los estudiantes de primaria del colegio Andrés Bello quienes, aseguran, ahora son mejores seres humanos gracias a sus amigos los invertebrados.

“Si quieres tener un caracol, debes seguir estas cuatro reglas: límpialo, aliméntalo, cuídalo y protégelo. Muchos dicen que les da asco, pero nosotros les decimos que no lo hagan, ¿cómo no les va gustar algo que no conocen?”, dice Jessica Alejandra Forero, una espigada niña de 10 años.

A su lado, Sebastián Suárez, de 11 años, escucha con atención y agrega, “es que todo lo que hay en la naturaleza se debe valorar. Los caracoles ayudan al medio ambiente y las lombrices también lo hacen. Son maravillosos, como todo lo que nos da el planeta tierra”, resalta.

Como Jessica y Sebastián, sus 190 compañeros de tercero y cuarto de primaria de este colegio de la localidad de Puente Aranda, están convencidos de que el cambio empieza por ellos mismos y que vivir en armonía y tolerancia con su comunidad pasa primero por aprender a respetar, conservar y cuidar todas y cada una de las cosas que se encuentran en la tierra. Algo que se logra con cosas tan sencillas como valorar a los caracoles y las lombrices.

Precisamente de esto se trata La Granja Escolar Andresista GEA, un proyecto dirigido desde 2014 por las docentes Olga Lucía Briceño, Milena Cardozo, Dulfay Beltrán y Leidy Hernández que tiene como objetivo empoderar a sus estudiantes para que se conviertan en ciudadanos activos que además de defender, proteger y difundir el amor y el respeto por el medio ambiente, ayudan a hacer de este mundo un lugar más pacífico.

Respetando caracoles para respetar el mundo

“GEA es un proyecto interdisciplinario que tiene cuatro líneas de investigación: la helicicultura (cría de caracoles), la lombricultura, la lectoescritura y la granja escolar. Cada una de nosotras lidera una de estas líneas y las trabajamos en el aula desde diferentes áreas del conocimiento: matemáticas, ciencias naturales, sociales, ética y artes. Además, hemos podido ligar este proyecto a nuestro currículo, y eso ha hecho más divertido el aprendizaje de nuestros pequeños”, explica la profesora Olga Lucía Briceño, docente de cuarto de primaria quien, junto a sus estudiantes, tienen a su cargo la helicicultura.

Desde que se llega a este salón, el 401 del Andrés Bello, queda claro que allí los caracoles son los reyes. Dibujos de su anatomía, figuras en filigrana, poemas y cuentos decoran las paredes, mientras que en los pupitres se ve uno que otro diario de investigación, diademas con antenas y, en una de las esquinas del lugar, varios bioterios donde habitan sus amigos invertebrados.

“Para que entiendas fácil, los bioterios son cajas con tierra donde tenemos y cuidamos a nuestros caracoles. Allí los alimentamos con lechuga y zanahoria rallada. Les damos de comer una vez al día porque si les damos mucha comida, ellos se preocupan por comer y no poner huevitos. Tampoco puedes humedecer mucho la tierra donde están porque se pueden morir, y para limpiarlos toca con un trapito suavecito y solo el caparazón porque si le tocas la madre, que es su cuerpecito, se pueden morir”, explica Jessica mientras sostiene con cariño uno de sus caracoles.

Al escuchar a sus estudiantes hablar con tanto entusiasmo de estos animales, la profe Olga reitera que esta pasión le ha permitido generar transformaciones reales y profundas en esta comunidad educativa que, para ella, es el mayor logro de este proyecto.

“Desde que empezamos, hemos notado el cambio en el comportamiento de los niños. No solo disminuyeron los problemas de convivencia, sino también se fortalecieron en ellos valores como la responsabilidad, tolerancia, identidad, respeto por el derecho a la vida y los derechos de los demás que, para mí, los ha convertido en mejores seres humanos”, comenta la docente.

Y agrega que esta experiencia les ha demostrado la importancia de ir más allá del salón de clase y buscar nuevas metodologías acordes a los desafíos y necesidades de estas nuevas generaciones. “Creo, hoy más que nunca, que las niñas y niños necesitan desarrollar y fortalecer sus capacidades ciudadanas para así empezar a construir ese país tolerante y en paz con el que tanto soñamos”.

Es por esta apuesta a la formación de ciudadanas y ciudadanos empoderados y con conciencia, que La Granja Escolar Andresista está anclada al proyecto de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia, una de las estrategias más innovadoras de la educación pública de Bogotá durante los últimos cuatro años, aplaudida por organismos internacionales como la Unesco y el Pnud, y que para los estudiantes del colegio Andrés Bello ha significado una nueva forma de aprender a relacionarse consigo mismos y su entorno.

“Lo que más me ha gustado de este proyecto es nos ha acercado a todos en el salón. No éramos muy cercanos y ahora somos más amigos porque todos hemos trabajado para cuidar de estos animales, somos como una familia”, comenta Jenny Morales mientras sale del salón y saluda a la profesora Milena Cardozo, la otra docente de cuarto de primaria, y la encargada de que los caracoles tengan una tierra fértil para retozar.

Reducir, reciclar y reutilizar: las claves para un planeta más verde

Mientras que en el salón de la profesora Olga Lucía Briceño los caracoles son los reyes, en el de la docente Milena Cardozo, las lombrices son las consentidas de sus estudiantes. Y así como estos animalitos ayudan al reciclaje de desechos orgánicos, estos pequeños se encargan de hacer lo mismo con la basura que se produce en el colegio y sus hogares.

“Nuestro lema es Reducir, Reciclar y Reutilizar: reducir exceso de basura, reciclar orgánico e inorgánico, y reutlizar los desperdecios de la casa y del colegiopara dárselas a las lombrices o hacer manualidades”, explica Sebastián Suárez de 11 años quien, con mucha elocuencia y frente al salón de clase, explica las bondades de las lombrices de tierra.

“Hay dos tipos de lombrices: roja californiana y negra africana – continúa Sebastián –. Nos las llevamos a la casa en los bioterios y les damos residuos como cáscara de papa o naranja, también agua panela para que se reproduzcan más rápido porque el dulzor las excita. Cuando la tierra está abonada, damos una parte para los caracoles de nuestros compañeros y otra para la huerta. Como puedes ver, hacen mucho por nosotros, por eso debemos cuidarlas y respetarlas”.

Mientras Sebastián trata de buscar en uno de los bioterios una de las lombrices para mostrarle a los invitados “lo bonitas que son”, su compañera Natalia Bautista saca una madeja hecha con tiras de plástico.

“Esto es lo que otro que más nos gusta. Cogemos los empaques del refrigerio los cortamos en tiras, los enrollamos a un palito, y luego en la clase de arte, tejemos con ellos. Ya sabemos hacer bolsos”, dice sonriente Natalia.

Como lo señala Milena, en este colegio nada se pierde, y todo es una nueva oportunidad de crear, aprender y cuidar el medio ambiente. “Desde que nació La Granja Escolar Andresista, el trabajo en equipo ha sido nuestra piedra angular. Siempre estamos trabajando en puntos comunes, compartimos ideas nuevas para tener una clase dinámica donde nuestros niños sean los principales beneficiados. Gracias a este esfuerzo hemos recibido reconocimiento del Idep y de la UniMinuto, lo que nos anima a seguir adelante con este proyecto”, comenta la maestra.

Cuando Sebastián saca victorioso una de las lombrices de su bioterio, cuenta emocionado que este fin de semana debe llevarlo a su casa para cuidarlo con sus papás. La profesora Milena, que observa de cerca la escena, sonríe y agrega, “es que aquí hasta las familias cuidan nuestros animalitos y, por supuesto, la huerta”.

Una huerta con espacio para todos

Un lugar olvidado del colegio Andrés Bello, fue el lugar elegido por la profesora Dulfay Beltrán y sus estudiantes de tercero de primaria para crear el lugar con el que todos los estudiantes de primaria soñaban: una huerta escolar.

“Con la ayuda de docentes, estudiantes y padres de familia tomamos este terreno que no se estaba usando en el colegio, lo limpiamos, lo arreglamos y empezamos a trabajar la siembra de hortalizas, aromáticas y plantas medicinales. Desde entonces este se ha convertido en nuestro lugar favorito”, explica la profesora Dulfay.

Fríjol, maíz, caléndula, menta, yerbabuena y papa, son las plantas que los estudiantes de esta maestra han sembrado con ayuda de sus padres, que se han ofrecido a ayudarlos los fines de semana para tener la huerta, como dice la pequeña estudiante Ángela Valverde, “bien bonita”.

“Uno de los trabajos más gratificantes que hemos logrado con esta huerta es vincular a los padres de familia de aquellos estudiantes con mayores problemas de convivencia – dice la profesora Dulfay -. Los resultados de este ejercicio son impresionantes, y debo decir que los niños que más problemas tenían en el salón de clase, son los más destacados en la huerta, lo que nos demuestra que el problema no son los niños sino la forma de trabajar con ellos”.

Aprovechando su formación en química, la maestra Dulfay decidió ir un poquito más allá con el trabajo de la huerta, y enseñó a sus estudiantes a hacer crema de caléndula. “Aunque se crea que la química es para cursos más avanzados, yo les he ido mostrando cositas en el laboratorio para que se den cuenta que no es tan difícil como parece”, agrega la docente.

Este incansable trabajo de siempre querer ir más allá de estas tres maestras, también lo comparte la docente Leidy Hernández, que ha logrado transformar en insumo las imaginación y creatividad de estos pequeños, que se dispara cuando están pensando en caracoles, lombrices o plantas, para generar ejercicios de lectoescritura que hagan más agradable el proceso de aprendizaje.

Con esta idea constante de seguir enamorando a sus estudiantes del maravilloso mundo del conocimiento, estas cuatro docentes siempre están en búsqueda de nuevas ideas. Por ahora, están pensando en unas nuevas líneas de trabajo con peces y conejos, nunca se detienen y no piensan hacerlo, pues están convencidas de que enseñar lo mismo, pero de una manera distinta, deja una huella indeleble en cualquier niño, porque como ellas mismas lo dicen: “lo que se aprende con pasión nunca se olvida, todo lo contrario, nos convierte en mejores seres humanos”.

Por Paula Andrea Fuentes

Fotos Juan Pablo Duarte

 


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