Fecha de publicación: Mié, 27/04/2022 - 10:02

El escritor Gerardo Meneses compartió sus cuentos infantiles con las niñas y niños del colegio Manuela Beltrán

El escritor de literatura infantil visitó a los estudiantes del colegio Manuela Beltrán, sede B, en medio de la agenda equipo ciudad en los colegios, en el marco de la Feria del Libro 2022.

“Me sentí muy feliz del recibimiento de Filbo Ciudad, la Secretaría de Educación y todos los involucrados que estaban esperándome para recibirme en el colegio Manuela Beltrán. Creo que fue el ambiente propicio para el encuentro con los niños”, dijo el escritor que visitó el colegio el pasado 21 de abril.

La conversación con los estudiantes estuvo llena de anécdotas de su vida, cuentos y uno que otro consejo para niñas, niños y jóvenes que sueñan con algún día convertirse en escritores.

El autor de títulos como ‘El rojo era el color de mamá’, ‘Danilo danilero, cabeza de velero’ o ‘Quince muñecas de trapo’ estuvo feliz al escuchar a uno de los niños decirle que, aunque no contaran con su presencia física todos los días en el colegio Manuela Beltrán, siempre estaba presente, pues sus libros hacen parte de las lecturas recurrentes en el colegio.

El escritor, quien estuvo gratamente sorprendido con la belleza del colegio, a pesar de su pequeño espacio, disfrutó poder reencontrar a sus lectores, poder tenerlos cerca y en uno de los salones de la institución, fue quizás lo más emocionante.

Luego de un par de horas en que compartió con las y los estudiantes del colegio Manuela Beltrán, el equipo de prensa de la Secretaría de Educación logró un espacio para entrevistarlo.

 

¿Desde cuándo comenzó a escribir?

El año entrante cumplo 25 años de carrera. Ya son 24 novelas escritas, entre novelas y cuentos. ¡Y siempre infantil! Siempre, siempre, siempre mi trabajo ha sido dedicado a la literatura infantil. Realmente yo terminé la universidad, empecé a trabajar y a escribir desde hace 25 años.

 

La docencia es sin duda una pasión, así como la escritura. ¿Cómo descubrió usted esa pasión?

Los maestros. Ellos se dieron cuenta y descubrieron todo durante mi primaria.

Yo era muy mentiroso, terriblemente mentiroso. Me cuenta mi profesora… treinta años después que me encontró, curiosamente, porque a un nieto de ella le habían pedido un libro en el colegio y resultó siendo un libro mío. Ella me cuenta que una vez me quitó el recreo y me mandó al salón a que escribiera esas mentiras que le estaba diciendo, porque yo todos los días me inventaba historias y decía mentiras.

Ella empezó a incentivar eso en mí cuando me leyó y me dijo: “Mijito, ¿cómo escribe? ¿Por qué escribe tan bien? Pues en ese momento era como si me hubieran tapado la boca y me hubieran dicho: sigue diciendo esas mentiras, pero ahora escritas. La profe empezó a regalarme libros y diccionarios.

Cuando pasé a cuarto, con otro profesor, ella le dijo: Tenga mucho cuidado con el niño, - con Gerardito, me decía ella- porque él escribe muy bien. A mí se me fueron grabando sus palabras en la mente.

Cuando terminé la primaria yo vendía lo que escribía. Negociaba para que mis compañeritos me dieran gaseosa y pan en el recreo, y yo les cambiaba por las tareas que les pedían.

En cuanto a mis padres, ellos son cafeteros y me decían: ¿Hijo, por qué le gusta leer tanto?, pues a mí me gustaba mucho leer los libros de mis hermanos, que eran mayores. ¡Yo era feliz, feliz! Yo soy de Pitalito, en el Huila, y cuando papá nos mandó a estudiar a Bogotá yo decidí, y era clarísimo, que quería estudiar literatura. Empecé en la Nacional pero no pude porque papá no nos mandaba plata. Además, me decía que cambiara de carrera o me iba a morir de hambre.

Luego tuve un profesor, don Jaime Aníbal, y él me dijo: Pásese a la Pedagógica y dígale a su papá que va a ser profesor y con eso lo enreda. Entonces estudié literatura en la Pedagógica y luego en La Central.

 

Hablando de ese cuento de “morirse de hambre por estudiar literatura”, ¿Cómo sorteó usted ese dilema? ¿Tuvo miedo en algún momento de pasar necesidades?

Pues me preocupaba mucho porque papá era un hombre de negocios, cafetero, de una región cafetera que manejaba plata. Entonces lo que él quería era que sus hijos no fueran a pasar necesidades que nunca habían tenido. Él me decía: “Mijo, tiene que ser médico”. Pero me aferré… sobre todo cuando llegué acá (Bogotá) y vi el mundo cultural tan grande y el mundo editorial. Me gustaba mucho ese mundo particular de la literatura que a uno lo jala tanto. Yo me dije: Ese es mi camino y no me voy a dejar. Ya después, tanto papá como mamá, me entendieron.

 

Habiendo tantas ramas y tantos tipos de literatura, ¿por qué decidió dedicarse a la literatura infantil?

Porque fueron los niños los que me enseñaron. Cuando salí de la universidad, empecé a trabajar en un tema editorial que no tenía nada que ver con docencia. Pero, por una situación familiar, me devuelvo a Pitalito, después de no haber ido unos diez años, a unas vacaciones. Allá me ofrecen un trabajo como maestro de niños en una escuelita del campo, haciendo una licencia de una profesora que necesitaba tres meses.

Yo me fui a la escuelita de campo y me di cuenta de que no tenían libros. Acto seguido, busqué una solución, pues me dije: “Estudiaste literatura, vienes de trabajar en literatura, tienes el mundo de Bogotá. ¡Escríbele a los niños!”

Así fue como empecé a escribir unos cuenticos. Yo los fotocopiaba y se los llevaba al salón, ¡Y a ellos les encantaba! Muchos me preguntaban: ¿Qué sigue? Entonces cuando llegaba otra vez a la casa, seguía. Los cuentos eran aproximadamente de una cuartilla. Pero, sin darme cuenta, durante esos tres meses que tuve el trabajo, había escrito una novela completa. Lo hice para ellos, sin ninguna pretensión y realmente como una solución a una situación académica.

Luego vi en la prensa los premios FonCultura de Literatura. Las categorías eran en teatro, novela, ensayo, dramaturgia y literatura infantil. Yo cumplía con los requisitos, pues pedían que no tuviera ilustraciones y que fuera para niños. Así que decidí mandar lo que tenía, y adivina qué pasa… Lo mandé y me lo gané. Me gané el premio FonCultura de Literatura Infantil, en el año 98 y a partir de ahí arrancó mi carrera, porque me dieron una plata, pero el premio realmente grande era la edición del libro.

Entonces esos fueron mi primer libro y mi primer premio. Luego, Panamericana se interesó en el libro llamado Danilo Danilero cabeza de velero, que todavía está en sus librerías.

Después de todo ese auge decidí especializarme en literatura infantil y para graduarme tuve que escribir una novela infantil. El director de la especialización me dijo: “si la pones en una editorial o la mandas a un concurso, te aseguro que ganas”. En efecto, la mandé a otro concurso y me lo gané.

Después de eso volví a Bogotá, al Taller de Escritores de la Universidad Central, pero ya tenía claro qué tipo de literatura escribir.

 

Y hoy, ¿qué siente al estar en un colegio como este, el Manuela Beltrán, con tantos niños pidiendo fotos y autógrafos?

[Entre risas] Hoy un niño me dijo: ¿Qué se siente ser famoso? Y yo le dije: “¡No, el de la fama no soy yo, son los libros”! Definitivamente es muy bello. Hay una cosa que me parece muy linda y es que, después de dos años de ausencia… O sea, tú escribes para que te vean, para que el niño te pregunte y se ría contigo y te desbarate la vida con las preguntas que te hace... El poder estar hoy acá, y en un colegio tan bonito como este, un colegio distrital, además con todo el acompañamiento que tuvimos, con la Secretaría de Educación, de la Filbo y de la Cámara del Libro, es muy lindo.

 

Escritor Gerardo Meneses interactúa con estudiantes

 

¿Usted considera que la pasión de los niños por la lectura ha aumentado o disminuido?

Yo creo que ha aumentado. Ciertamente lo que pasa es que las formas de leer son distintas. Fíjate que el niño lee mucho en el teléfono y escribe. Hay unas formas en que el niño empieza a escribir a manera de diario en las tabletas y se le vuelven incluso cuentos. La forma de leer, sin duda, también ha cambiado.

Creo que no hay que pelear con la tecnología, sino ponerla al servicio del libro. Aunque el libro impreso, en cuanto a porcentaje, sigue teniendo el índice más alto de lectura. Pero yo pienso que el nivel de lectura, y en mi caso que te lo digo con conocimiento de causa, cada vez es más alto el interés por la lectura.

 

Es bien sabido que hay muchos niños y niñas a quienes les cuesta sentir ese amor por la lectura. ¿Qué herramientas cree que pueden ayudar a incentivar ese amor de ellos por la lectura?

Hay una situación muy importante para tener en cuenta y son los niveles sociales y económicos tan distintos. Para mí el amor en torno al arte, a la lectura e incluso al deporte, deberían empezar en la casa. La desigualdad en casa es muy marcada y eso afecta a la lectura.

Una cosa es vivir en una capital. Es diferente en los pueblos o escuelas pequeñas, pues esa desigualdad se siente mucho más.

Así que, ¡Claro! Ojalá esos procesos empezaran en condiciones normales. Deberían empezar en casa. Pero la realidad es que empiezan en la escuela. Eso quiere decir que se pierden cinco años. Cuando el niño llega al preescolar es la primera vez que tiene contacto con un libro.

Sin embargo, los maestros hacen mucho. La labor del maestro es la de un mediador, pues él es quien se encarga de escoger, de seleccionar y de tratar de atraer a los niños, a ese mundo tan bonito que les da a la lectura, no solamente por la aventura de leer, sino por todo lo que ocurre en el cerebro que los ayuda cognitivamente a ser mucho más desarrollados y competentes.

 

Gerardo Meneses y estudiantes del Colegio Manuela Beltrán

 

Para finalizar, nos gustaría que nos diera tres herramientas clave para alguien que sueña con convertirse en un escritor.

Pues primero, el acompañamiento en casa entorno a los libros, pues estos son para toda la vida. Así que sería ideal que el niño o niña tenga ese acompañamiento en casa y pudiera tener un libro desde que nace. Segundo, un maestro que sea bien pilo y se dé cuenta para qué son buenos los niños y comience a incentivarlos. Y lo tercero es que todo sea un proceso. Que sin importar el cambio de maestros se fortalezca el proceso y los pasos para impulsar a los niños.

 

¡La educación en primer lugar! 


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