Fecha de publicación: Sáb, 27/06/2020 - 12:38

El reto de educar para la paz

En los últimos cinco años, el profesor Walter López ha sembrado y fortalecido la cultura de la paz en su comunidad educativa a través de la educación y el arte. Su propuesta está encaminada a construir una sociedad justa, tolerante y solidaria. #MiProfeMiHéroe

Un episodio que casi le cuesta la vida, llevó al profe José Walter López Herrera a reflexionar sobre el futuro de los jóvenes y en cómo deberían construir su proyecto de vida en un país que apuesta por la paz.

Así, este licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas, especialista en Docencia universitaria y magister en Investigación en educación de la Universidad Militar Nueva Granada, de la cual también es catedrático, creó una estrategia para potenciar las actitudes e imaginarios de paz en niñas, niños y adolescentes del colegio Prado Veraniego de la localidad de Suba, con el propósito de generar un bienestar integral y de esta forma convertirlos en mejores ciudadanos y constructores de sana convivencia.

Con didácticas de arte y lúdica, el profe Walter desarrolla tres actividades en las que involucra a toda la comunidad educativa. La primera fue ‘Mimos por la paz’, con la que buscó mejorar el comportamiento dentro de la institución y las alternativas más eficaces para la solución de conflictos a través del diálogo y el respeto.

Mimos por La Paz

Posteriormente, diseñó ‘El tren del amor y la convivencia’ en donde, por medio de escritos, se plasman intenciones positivas y frases motivadoras. Finalmente, el año pasado, elaboró el ‘Cuento de Epimeleia y sus lecciones de amor’ en donde las historias sirven de inspiración para enseñar en cada capítulo sobre valores, paz y convivencia.

Cuento Epimeleia y sus lecciones de amor

Para el profe Walter, las nuevas generaciones de nuestro país necesitan reconstruir un proyecto de vida centrado en la persona y en la ciudadanía, por eso, es el momento en que sean líderes activos y transformadores de la sociedad colombiana pues, como afirma, los estudiantes pueden convertirse en ejemplos de vida. “Al final son ellos quienes van a salir a promover los valores y la formación que han sembrado en el colegio”, destaca el docente.

Hablamos con el profe Walter para ahondar en su sueño de sembrar y fortalecer la Cátedra de paz educar mejores seres humanos.

Profe Walter, desde su perspectiva, ¿cómo puede la escuela aportar para vivir en paz?

El entorno escolar y la estructura de la familia son los dos grandes soportes de formación para la paz. La escuela complementa lo vivido en casa y debe reconfigurar imaginarios y cultura de paz en las diversas dimensiones que se le enseña al estudiante. Aspectos como aprender en valores, la sana convivencia, la responsabilidad como ciudadano y el sentido de pertenencia; pero, en especial, la escuela forma en el desarrollo de la personalidad autónoma y fomenta la autoestima, elementos que contribuyen a asimilar el sentido de lo que implica la paz.

Mimos por La Paz

¿Cómo se puede educar y al tiempo generar una cultura de paz?

Ambas dimensiones van de la mano, pues en las dinámicas pedagógicas y didácticas siempre y de forma transversal relaciono la cultura de la paz en cada aspecto formativo que trabajo. Esto se fundamenta en que la educación en valores, ciudadanía y paz no obedece solo a un área específica del conocimiento. Por el contrario, son conceptos totalmente transversales que permean todas las áreas del saber. Aparte de lo anterior, es parte de un proceso intrínsecamente relacionado que inicia desde el hogar como primer formador de paz y lo complementamos en el espacio educativo escolar.

¿De dónde nace la motivación para vivir esta experiencia de enseñar y empoderar a los estudiantes en temas de paz?

La gran motivación surge a raíz de un episodio personal de enfermedad, en la cual por poco pierdo la vida. Como reflexión interna, me propuse redimensionar mi labor pedagógica y reconstruir mi proyecto de vida personal y profesional a partir de una actividad en la que empodere a niñas, niños y adolescentes en algo que, al igual que a mí, les signifique a ellos una visión de paz, de cambio y de bienestar a sus vidas. Por eso, el marco curricular perfecto lo constituye la Cátedra de la Paz y, en este, mi proyecto ‘Mimos por la paz’.

¿Cómo han impactado las reflexiones que dejan sus actividades en las niñas, niños y adolescentes de la Institución?

Cada actividad tiene su respectiva reflexión en los estudiantes. Para el caso de ‘Mimos por la paz’, mis estudiantes salen disfrazados de mimos y realizan actos de pantomima con carteles alusivos a la paz y convivencia, esto les ha dejado un mensaje claro, que constituye la idea simbólica de la cara pintada de blanco y el silencio como señales de paz y prudencia; sin tener que decir mucho con palabras, se expresa más con el ejemplo y las señales.

Gracias a este ejercicio, en el colegio se reflexiona en la llegada puntual al colegio, que no se debe arrojar basuras, que deben combatir el bullying y abrir espacios para dialogar. Los mimos desfilan a la entrada del colegio, en el descanso y hacen un desfile por cada salón.

De otra parte, para ‘El tren del amor y la convivencia’, con el lema “el correo del amor y la reconciliación”, se construyó un tren de madera con tres vagones y con los colores de la bandera de Colombia. El maquinista y quienes llevan los vagones son los niños vestidos de mimos los cuales, muy animados, pasan durante el descanso por todo el colegio recogiendo las cartas y detalles que cada estudiante le desea enviar a otro compañero o compañera con mensajes de cariño, reconciliación y paz.

Tren del amor y la reconciliación

Esta es una de las actividades que más ha gustado a los niños, pues permite impulsar expresiones de paz y reconciliación que en persona no se atreven a manifestar.

Por último, ‘El cuento de Epimeleia (del griego epimelei, cuidado de sí mismo, autoestima) y sus lecciones de amor’ es una historia inventada por mí que, desde el año pasado, he venido leyendo y trabajando en las clases de religión y Cátedra de la paz. En ella se narra la historia de Epimeleia, quien llega a grado sexto al colegio pradista y tiene que afrontar todas las vivencias escolares y familiares con su entorno.

Con este cuento, los estudiantes se sienten muy identificados, han hecho dibujos, folletos y comparaciones de sus propias vidas con las de esta niña imaginaria y sus compañeros. Esta estrategia ha sido quizá una de las que más ha hecho reflexionar a los estudiantes.

¿Cuál ha sido el éxito de los proyectos que usted ha liderado para fomentar la sana convivencia en su comunidad educativa?

Más que hablar de éxito como logro personal, pensaría mejor en beneficio en el cambio de mentalidad y de ciertos hábitos en los estudiantes, puesto que hablar de paz y asumir actitudes de paz ya hacen parte de su cotidianidad y de sus propios imaginarios. Esto se ve reflejado en sus propias manifestaciones donde ellos solicitan y piden que se realicen actividades relacionadas con los mimos y el tren del amor y la convivencia.

¿Cómo son sus estudiantes, qué los caracteriza y cómo han tomado esta experiencia de paz?

Los estudiantes, desde grado quinto hasta undécimo, hacen parte del proyecto. Son en su mayoría de estratos 1, 2 y 3. Por lo general son receptivos y colaboradores. Hay una considerable población extranjera, en especial de Venezuela, quienes particularmente se han sentido acogidos y han asumido con agrado el proyecto. En general los estudiantes del colegio son muy inquietos en querer experimentar cosas nuevas y constructivas. Asimismo, son creativos y les gusta expresar las habilidades artísticas.

Usted es un docente que ama la pedagogía de la ciudadanía y la convivencia. ¿Qué ha aprendido de sus estudiantes sobre paz?

En verdad siento que he sido yo quien más ha aprendido de los estudiantes por varios aspectos: primero, porque son los protagonistas y actores dinámicos del proyecto; segundo porque han desarrollado un liderazgo autónomo y han sabido “volar” con impulso propio, es decir, han tenido gran iniciativa para participar; tercero, porque ellos mismos me han animado y motivado para no desistir en el proyecto cuando en algunas ocasiones he querido literalmente “tirar la toalla”. Pero lo que más he aprendido de ellos es su alegría y esperanza de vivir, de esperar lo mejor y de ser optimista.

¿Cómo es el reto de educar para la paz?

Educar no es solo desde el aula. Existen múltiples escenarios que no se circunscriben únicamente al aula física, sino a otros espacios educativos que, como ya he mencionado, parten del hogar como el primer y gran espacio pedagógico de paz.

Ahora bien, la estrategia didáctica se soporta en el arte y la lúdica como expresiones de socialización y manifestaciones comunicativas de los y las estudiantes quienes ven en estas actividades una forma divertida de aprender cultura ciudadana e imaginarios de paz. De igual manera, se desarrollan en ellas y ellos unas competencias y habilidades comunicativas y lectoescritoras tan necesarias en su formación integral.

¿Por qué es importante pensar en programas académicos enfocados en la sana convivencia?

No solo es importante, es necesario e imprescindible dentro del proceso formativo integral, pero que no solo sean proyectos mediáticos sino permanentes, para que los procesos tengan un tiempo de revisión, retroalimentación y evaluación periódica. El tema de la convivencia es tan frágil en nuestra cultura colombiana como las diversas manifestaciones que atentan contra el bienestar de nuestros niños, niñas y adolescentes y los múltiples abusos contra los Derechos Humanos.

La Cátedra de la Paz es una iniciativa para generar ambientes más pacíficos desde las aulas de clase. Sin embargo, ¿esta enseñanza garantiza que se pueden formar mejores seres humanos?

Ningún proyecto o iniciativa puede garantizar su efectividad total o parcial. Lo que sí se puede garantizar es que, si se hace con amor, con vocación docente y con una buena organización, los resultados positivos se verán reflejados tarde que temprano en los futuros ciudadanos de nuestro país.

Llevo casi cinco años desarrollando esta iniciativa y he podido ver el cambio positivo en algunos estudiantes y en mi propia persona, pues siento que en verdad hoy día soy un mejor ser humano. Muchos niños han combatido miedos, fobias y complejos para manejarlos con mejores herramientas comunicativas y sociales, eso ya es un gran logro.

En esta temporada de cuarentena, ¿cómo sigue impulsando su proyecto de paz?

Ha sido un verdadero e interesante reto de reinventarse y de reflexión sobre las nuevas dinámicas de trabajo. He manejado la virtualidad con la mayoría de los estudiantes por medio de audios o videos. En estos formatos ellos me han expresado y manifestado sus temores y expectativas. En realidad, ha sido una grata experiencia, pues hemos contado con la valiosa presencia de algunos padres y madres, quienes se han vinculado al proyecto en las siguientes estrategias:

-Charlas virtuales sobre las temáticas de la Cátedra de la Paz.

-Desarrollo de talleres virtuales con padres e hijos estudiantes.

-Aplicación de talleres virtuales de elaboración de juguetes o instrumentos lúdicos como antiestrés y títeres de paz para compartir con la familia.

Finalmente, desde su experiencia, ¿qué actividades o ejercicios se pueden adelantar para mantener una sana convivencia en el hogar?

Ante todo, mantener actividades que generen movimiento y compartir en familia. Acompañar a los hijos en actividades pedagógicas es valioso, pues potencia las dinámicas de relación entre miembros de la familia. Es importante organizar un horario de actividades como si se estuviera en la cotidianidad.  Actividades deportivas y de lectura, así como tutoriales de recetas de cocina o manualidades. Pero lo más importante, es fomentar el diálogo y pasar de la tolerancia a la convivencia por medio de acuerdos y no con imposiciones.

¡La educación en primer lugar!


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