Fecha de publicación: Vie, 04/03/2016 - 11:36

EL PROFE QUE DICTA LA CLASE DE HISTORIA CON MÁS ‘FLOW’ DE BOGOTÁ

Al ritmo del rap y el hip hop, Andrés Rojas ‘encarreta' a los estudiantes con la historia y la geografía. Entre rimas y cuentos, este profesor transforma la educación pública en los salones de clase del colegio Sierra Morena de Ciudad Bolívar.

La historia, esa letra muerta que permanece incólume en los libros de texto, ese recuento de hechos donde los vencedores imponen su discurso sobre los vencidos, todos los días se reaviva, se reinventa y se reescribe en un salón del colegio Sierra Morena, al sur de Bogotá.

El profesor Andrés Rojas, un historiador de la Universidad Nacional apasionado por la enseñanza y las artes, que llegó hace más de cinco años a esta institución oficial de Ciudad Bolívar, encontró en la música y la literatura, un valioso aliado para que los contenidos de su clase no fueran ‘letra muerta’.

Ese es el sentido de ‘Entre Rimas y Cuentos’, una iniciativa de enseñanza alternativa de la historia y las ciencias sociales, donde los estudiantes son sujetos activos de su aprendizaje, que juegan, disfrutan y crean a partir de lo que aprenden en clase.

En vez de presentar exámenes para demostrar que saben en qué año se descubrió América o escribir largas monografías sobre el reinado de Luis XIV en Francia, sus estudiantes componen canciones de hip hop y crean cuentos ilustrados. Su insumo son los hechos históricos de Colombia y el mundo, con los que realizan procesos de análisis y reflexión para crear productos artísticos con una mirada crítica.

Para el profe Andrés, la clase magistral donde el docente hace un monólogo interminable de personajes y hechos que marcaron la historia de la humanidad para que sus estudiantes los memoricen y los ‘repitan como loros’, debe quedar atrás.

Para él, la historia y las ciencias sociales deben ser conocimientos significativos que vinculen y hagan partícipes a los estudiantes y no los restrinjan al ámbito de ser simples ‘espectadores’ del acontecer histórico, que no entienden los procesos y no se identifican con ellos.

“Con iniciativas como esta, que inserta el canto y la escritura creativa en los procesos de aprendizaje, busco establecer una conexión entre la cotidianidad de los estudiantes y la historia para que ellos entiendan que lo que somos como sociedad, barrio y comunidad, es el resultado de procesos históricos que influyeron significativamente en nuestras vidas siglos antes de nuestro nacimiento”, destaca el profe Andrés.

Estos métodos alternativos permiten que los estudiantes se acerquen a la historia desde una visión crítica y analítica y ‘no coman cuento’. Así, logra que el ejercicio de aprender se vuelva más dinámico y que no sea un docente ‘implantando conocimientos en la cabeza del alumno’, sino que sea un diálogo constante entre partes que tiene posiciones distintas, pero que se toleran y se respetan como diferentes.

El éxito de su proyecto es tal, que fue uno de los ganadores en la categoría de innovación pedagógica en la novena versión del Premio a la Investigación e Innovación Educativa y Pedagógica, confirmando que en la creatividad está la clave para hacer que los estudiantes se ‘encarreten’ con el conocimiento y se diviertan aprendiendo.

Hacer de la ‘historia muerta’ una experiencia significativa

Para muchos, incluir composición de rap y creación de cuentos en el currículo de una materia ‘tan seria’ como sociales podría resultar descabellado. Pero para el profesor Andrés Rojas, la gestación de ‘Entre Rimas y Cuentos’ fue un proceso espontáneo y natural en donde aprendió a sintonizar los contenidos de sus clases con los gustos y las motivaciones de los jóvenes de hoy en día.

En una de las sesiones de clase, donde los estudiantes compartieron sus historias de vida, abrieron su corazón para manifestar sus preocupaciones, sus motivaciones y sus vivencias, este profe entendió que su clase no podía ser una cátedra inocua, un cúmulo de conocimientos sueltos que no se conectaran en ningún nivel con los alumnos.

Entonces decidió echar mano de la innovación y la creatividad para crear un puente entre sus estudiantes y los contenidos de clase, una dinámica de aprendizaje diferente con un lenguaje propio que vincule a los estudiantes y los haga protagonistas de los procesos.

“En 2012, cuando nació el proyecto, se cumplió un siglo de la muerte del poeta Rafael Pombo. En esa dinámica de rimas y coplas, me traje una guitarra y empezamos a jugar en la clase. Uno de los estudiantes empezó a rapear y a ‘tirar versos’ de hip hop y a todos nos pareció fantástico. Ahí me di cuenta, apelando al principio pedagógico de trabajar con lo que a los estudiantes les gusta, que el rap podía ser una forma efectiva para llegarle a los muchachos”, recuerda el profe Andrés.

Según él, gestos como estos, donde el docente se baja del ‘pedestal’ y les habla a los jóvenes con honestidad e interés, son los que funcionan para conectar lo que les interesa con lo que el maestro quiere enseñar.

Johan Algeciras, estudiante de octavo, recuerda con claridad el día en el que profe Andrés, en vez de gritarles y regañarlos por portarse mal, les compuso un rap para manifestarles su frustración ante la situación.

“Ese día el profe estaba muy bravo, pero se volteó, respiró profundo y empezó a escribir versos en el tablero”, recuerda Johan.

“Que estúpido me siento/

Cuando trato de enseñar/

A un grupo de amiguitos,

Que no saben escuchar”

El gesto del maestro, su rapidez mental para crear versos y su ánimo fluido para expresar la frustración creando música, dejó con la boca abierta a los muchachos y algo, en lo más recóndito de su ser, hizo ‘clic’.

“El profe empezó a cantar sus versos y nosotros empezamos a hacerle el ritmo con las palmas y con los pies y cuando nos dimos cuenta todos estábamos haciendo música, fue un momento muy bacano”, dice Johan.

Una clase en clave de rap

A partir de ese momento mágico, donde estudiantes y maestro se conectaron por la gracia de la música, la clase de historia y ciencias sociales dio un giro definitivo. Así, el rap y la creación de cuentos ilustrados se convirtieron en un componente fundamental en el proceso.

Una vez se termina de estudiar cada tema, los estudiantes se reúnen en parejas y empiezan un proceso creativo que inicia con una lluvia de palabras con conceptos claves sobre lo visto en clase. A partir de esta lista, los estudiantes escogen entre componer una canción o crear un cuento con dibujos; luego, empiezan a crear rimas y versos que poco a poco van formando una canción.

El profe Andrés repasa cada una de las palabras de los ejercicios que realizan sus estudiantes y con los puños empieza a marcar una melodía. Saca su celular y pone uno de sus ‘beats’ (pistas para acompañar los versos raperos) favoritos, mientras los chicos van construyendo la canción.

“Me parece muy bacana esta clase porque es muy diferente a las demás. Cantamos, hacemos cosas nuevas y tenemos la oportunidad de expresarnos, al mismo tiempo que estamos aprendiendo. Es muy chévere que el profe también cante y que se ponga a ‘freestaliar’ (improvisar versos) con nosotros”, dice Erminsu Conde, más conocido en la movida rapera como McJos.

De esta forma, el Big Bang, el código de Hammurabi y otros temas neurálgicos de la historia universal, se convirtieron en el insumo de canciones de rap y cuentos ilustrados donde los estudiantes tienen la oportunidad de acercarse a un tema ‘serio y pesado’ desde su cotidianidad y, sobre todo, de darle una mirada crítica y creativa a este tipo de contenidos que, para niños y jóvenes en formación, no son fáciles de digerir.

“Que pereza siempre leyendo y mirando al tablero. Yo creo que uno aprende más con cosas diferentes, creando y haciendo cosas nuevas como esto de componer rap y hacer cuentos”, dice la pequeña Daniela Chavisman, una joven esbelta y bajita que impresiona con su potente voz cuando salta al ruedo para cantar.

Daniela, al igual que muchos estudiantes, pensaba que el rap era una música vacía, sin intención ni profundidad, “cosa de gamines y de delincuentes”, pero en este camino ha aprendido que la lírica ‘hopera’ puede ser un vehículo para expresarse, para dejar salir los sentimientos represadosy para acercarse al conocimiento de una manera interesante y divertida.

“Yo pensaba que el rap era para ñeros, que era una costumbre que venía de afuera y que no tenía nada que ver con nosotros. Pero el profe nos fue mostrando que todos podíamos cantar rap, lo que es un ejercicio muy chévere para expresarse mejor y organizar las ideas”, remata Daniela, que explota su preciosa voz no solo en el rap sino en varios géneros musicales.

El ejercicio de convertir los contenidos de clase en lírica rapera le ha servido al maestro, no solo para reforzar los contenidos de la clase, sino para trabajar la tolerancia por los puntos de vista distintos y el respeto por el que está al frente haciendo su presentación y exponiéndose a la burla y al escarnio.

“Al componer rimas y versos los estudiantes tienen que reflexionar sobre lo que están aprendiendo. La posibilidad de crear, de contar otras versiones de la historia, potencia el pensamiento crítico y los hace cuestionarse. Además, este ejercicio, más allá de la música, permite a los alumnos expresarse y hablar frente al público. En el salón creamos un ambiente donde hay respeto, donde tenemos derecho a equivocarnos”, comenta Andrés, el profe con más ‘flow’ de Sierra Morena.

La importancia de innovar

La cátedra de tablero, ese eterno monólogo del profesor donde se sustrae de la clase, de la realidad y del tiempo para transportar su mente a los sucesos del pasado que marcaron el devenir de la humanidad, es para maestros como Andrés Rojas un escenario que debe evitarse en la educación moderna.

Para Andrés, quien trabajó por más de una década en Maloka enseñando a los niños a través del juego y la experimentación, conceptos como posturas pedagógicas, pensamiento crítico, diálogo de saberes y relación ciencia, tecnología y sociedad, deben hacer parte del glosario de los maestros de nueva generación, que no imponen conocimientos, sino que realizan un intercambio con los estudiantes y los enriquecen con sus experiencias.

“Uno como profesor debe pensar la escuela y repensarla una y otra vez. ¿Qué educación le estamos dando a las generaciones del futuro? ¿De aprender a sumar y a restar y ya? No. Hay que formar y preguntarse por la función social de la escuela”, reitera el docente.

“La escuela es un escenario de encuentro político y social. No debe ser ese lugar de conocimiento muerto, sino un espacio de relacionamiento y de vida. El conocimiento es solo una excusa para venir a debatir, a encontrarse gente diferente a uno. La escuela es un espacio de vida. Aquí los chicos vienen a reír, a odiar, a tener rabia, a enamorarse”, finaliza el maestro Andrés, quien no le tiene miedo a quitarse la bata de docente y a ponerse la camiseta de orientador, guía y consejero.

Innovar, sorprender, apelar al juego y a la creatividad para hacer que los estudiantes se conecten con la materia, son las premisas de esta nueva generación de maestros que luchan por hacer de la escuela un escenario de intercambio libre y de aprendizaje espontáneo. Experiencias como la del profesor Andrés Rojas demuestran que la música, el arte y la lúdica son un excelente camino para transformar la educación pública desde los salones de clase.

Por Nicolás Rodríguez

Fotos Julio Barrera


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