Fecha de publicación: Mié, 11/05/2016 - 08:00

EL PROFE QUE CUMPLE SUEÑOS A TRAVÉS DE LA REALIDAD AUMENTADA

La tecnología es su aliada para poner en marcha cualquier emprendimiento y enamorar a niños y jóvenes del conocimiento. #GraciasProfe Daniel Bohórquez, por demostrar que en la escuela se puede soñar en grande y hacerlo realidad.

La clase del profesor Daniel Ernesto Bohórquez es, sin lugar a dudas, la favorita de todos los estudiantes de la sede B del colegio Silveria Espinosa de Rendón, en la localidad de Puente Aranda.

Cuando el timbre indica el inicio de la asignatura de informática, los pequeños, desde preescolar hasta quinto de primaria, corren con emoción hacia el salón. Los mueve la curiosidad de saber con qué los sorprenderá Daniel, un maestro inquieto e ingenioso, que usa la tecnología para cumplir los sueños de sus estudiantes y transportarlos a otras realidades.

Porque decir que este maestro transforma la realidad en su salón de clases no es una exageración. Con un computador y otras herramientas, logra combinar el entorno físico y el virtual, para construir figuras, objetos y personajes en tres dimensiones, creando lo que se conoce como realidad aumentada.

En su clase todo es posible, desde compartir con un inmenso dinosaurio hasta hacer un recorrido al interior del cuerpo humano. El secreto está, más que en una tecnología de vanguardia, en la creatividad y convicción de este maestro, para quien es posible enamorar a los estudiantes del conocimiento interactuando con ellos desde lo que les interesa y los hace felices.

Lo que niñas y niños quieran conocer y aprender aparece allí, casi palpable, ante las miradas perplejas de los estudiantes que nunca imaginaron tener esos encuentros en medio de la cotidianidad del barrio Pradera, al occidente de Bogotá.

Hacer de la escuela un lugar inspirador y atractivo para sus estudiantes es la principal motivación de este profe, egresado de la educación pública e ingeniero industrial de profesión. Aunque nunca se imaginó regresar a un colegio oficial como docente, fue en el salón de clases donde Daniel Bohórquez descubrió su vocación.

“Cambié la oficina por el aula y ahora no cambiaría esto por nada. Me di cuenta de que para ser un buen maestro solo se necesita amor por estos chicos y la convicción de que la educación debe hacerlos felices”, asegura, en un salón repleto de curiosidades, cubos, cables, cámaras y hasta un carro tipo ‘kart’, el primer invento que lo llevó a hacer realidad los sueños de sus estudiantes.

Una ‘nave’ para llegar a lo más alto

En el colegio La Arabia, de la localidad de Ciudad Bolívar, Daniel descubrió el verdadero significado de su trabajo como docente. “Es un contexto social muy difícil y entendí que nuestra labor, más que transmitir conocimientos, es enamorarlos de la escuela y demostrarles por qué vale la pena estudiar”, explica.

Entre los ires y venires que sorteaba como profe de informática, uno de sus estudiantes le propuso hacer una ‘nave’ para llegar hasta lo más alto de la loma, en donde queda ubicado este colegio.

Un par de meses después, la ‘nave’ rodaba por las calles empinadas y polvorientas del sector. La llamaron ‘Frankikart’ y con este proyecto Daniel se convirtió en uno de los ganadores del Premio a la Investigación e Innovación Educativa en el año 2013. Pero más allá de eso: se convenció de que podía dar vida a los sueños de estos jóvenes y darles una razón para disfrutar su paso por el colegio.

“Tengo una carta que me escribió un estudiante y la guardo como un tesoro. Dice: ‘anoche soñé que en el carro que hicimos me voy a ir volando de acá. Por eso, ‘cucho’, te agradezco que le hayas puesto alas a este infierno para que podamos cambiar’”, recuerda con nostalgia el profe Daniel, no sin antes señalar que le decían ‘cucho’ porque así llamaban a los adultos por quienes tenían aprecio.

Jugar para aprender

Después de ‘Frankikart’ vino ‘Curiosity’, un experimento pedagógico con realidad aumentada en donde se superponen imágenes virtuales sobre la realidad que percibimos a través de una pantalla. Esta ‘nueva dimensión’ es el mejor pretexto para enseñar vivencialmente sobre el espacio, la ciencia, las matemáticas o la física.

Basta observar a través de las ventanas para saber que esta no es una clase ‘de tablero’. Los estudiantes saltan, juegan, imaginan y crean. “Algunos piensan que es desorden, pero lo que hay es una sinergia en el aprendizaje”, indica Daniel.

En eso coincide su colega Diego Samir Chaparro, del área de educación física, quien explica que “Daniel no es un profesor esquemático o de cátedra, sino que tiene un feeling muy especial con los estudiantes, haciendo una clase diferente y dinámica. Eso demuestra su compromiso con la educación”.

Mientras los más pequeños aprenden a partir de la observación de estas imágenes, los estudiantes de los grados 4° y 5° ya construyen sus propias figuras en realidad aumentada, como por ejemplo Tania, que no disimula la alegría que le produce esta actividad. Con una gran sonrisa explica que se divierte mientras aprende a manejar los softwares necesarios para modelar las figuras.

Lo mejor de la clase es “la personalidad divertida del profesor, que en clase nos muestra cómo jugar y hacer trabajos al mismo tiempo”, asegura la pequeña de cabello alborotado, mientras juguetea con el mouse para construir una pirámide.

A su lado está John Alejandro, uno de los pupilos que se dejó cautivar por la tecnología y mejoró así en todas sus asignaturas, como lo confirma Mayerly Molina, su mamá, que es también una de las admiradoras del trabajo de este profe.

“El gusto e interés por lo que les llama la atención a los estudiantes no lo tiene ningún otro. Y eso se nota en los niños, que son muy felices de tenerlo como profesor, así como en nosotros los papás, que sabemos cómo esto los motiva a ponerse las pilas y a ser mejores en todo”, resalta Mayerly.

Así es Daniel Bohórquez, un maestro con la convicción de dejar huella. Por eso asegura: “los profes de la educación pública estamos llamados a ofrecer lo mejor de nosotros. Debemos ser el ejemplo de cómo la educación transforma a una persona para hacerle bien a la sociedad”.

Porque una ciudad educadora, es una Bogotá mejor para todos.

Por Diana Corzo

Fotos Juan Pablo Duarte


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