Fecha de publicación: Jue, 19/05/2016 - 16:04

EL EQUIPO SONRISAS DE LA PROFE CAROLA

Armados con narices rojas y mucha alegría, esta docente y su grupo de estudiantes llevan alegría a niñas y niños de fundaciones y hospitales de la localidad de Kennedy. Una historia donde los protagonistas son la risa y el amor.

Sus zapatos son grandes porque viaja mucho. Su ropa, como su alma, es una mezcla vibrante de color. Y su nariz de goma, roja como un pimentón, es la máscara más pequeña del mundo. Ella, Carola, no se hace llamar clown porque asegura “es una profesión muy seria y me falta mucho para llegar a serlo”, pero para sus pupilos, los estudiantes de los colegios Paulo VI y Eduardo Umaña Luna, es la ‘payasita’ que les cambió la forma de ver la vida.

“Yo soy maestra de profesión, de corazón y de nariz”, dice con una sonrisa pintada en el rostro Carolina Mojica o Carola, creadora de ‘Compartiendo Sonrisas y Transformando Proyectos de Vida’, una iniciativa que, desde el arte, la inteligencia emocional y la terapia de la risa, salió escuela para hacer de sus estudiantes unos auténticos embajadores de la alegría.

Periódicamente, y con la sencilla pero poderosa premisa de ponerse en los zapatos del otro, 22 estudiantes liderados por esta psicóloga y licenciada en básica primaria, se toman los pasillos de hospitales, fundaciones y hogares para cambiar por unas cuantas horas la rutina de niñas, niños y jóvenes que, por motivos de salud o abandono, se encuentran en estos lugares.

Sin embargo, este trabajo va más allá de un simple ejercicio de llevar alegría o de enseñarle a los muchachos habilidades propias del clown para que salgan y compartan ese conocimiento con otras personas. También se trata de enseñarles a quererse, a respetarse, a creer en ellos para que se den cuenta que, sin importar lo difícil que sean sus circunstancias, pueden construir el futuro que desean. Allí está el secreto de este grupo más conocido como el ‘Equipo Sonrisas’.

Una feliz terapia de doble vía

Son las dos de la tarde de un nublado día sábado, y el salón de la profesora Carolina en el colegio Paulo VI de la localidad de Kennedy, está abierto. Sus pupilos esperan con paciencia a que se dé inicio a la jornada.

Como ocurre cada 15 días, el ‘Equipo Sonrisas’ se reúne para realizar talleres de teatro, clown, expresión oral, música, entre otros, para fortalecer sus habilidades artísticas y así arrancar una sonrisa de su público más querido: las niñas y niños de las fundaciones, hospitales y hogares que visitan.

Hoy, la propuesta es aprender un poco más sobre la lengua de señas colombiana con Camilo Alarcón, uno de los alumnos de la profe Carola que aprendió esta lengua con videos en internet, y les propuso a sus compañeros aprender juntos para llegar a más niños y lograr uno de sus objetivos pendientes: visitar a los estudiantes sordos del colegio Isabel II.

“Es que siempre estamos buscando la forma de ser mejores para llevarle mucha más alegría y pensamientos positivos a los niños. Eso es lo que la profe Carola nos enseña”, comenta Camilo mientras continúan llegando más integrantes del grupo, entre ellos, estudiantes del colegio Eduardo Umaña Luna, institución educativa donde la profesora Carolina dio vida a este proyecto en 2010.

“Enfocarme en la imagen del payaso de hospital me permitió trabajar con mis estudiantes temas como la autoimagen, la autoestima, la comunicación asertiva, resiliencia, entre otros, que empezaron a mejorar la perspectiva que ellos tenían de sí mismos y de su vida – explica la profesora Carolina-. Con este conocimiento, salimos de la escuela para que entraran en contacto con otros niños, y compartieran experiencias de vida que les hizo entender que no son los únicos que sufren, lloran o ríen, y que vale la pena aportar nuestro granito de arena para hacer de este mundo un lugar mejor por nosotros”.

Rápidamente, esta sencilla fórmula basada en el afecto y la risa, se ganó el corazón de los estudiantes del Eduardo Umaña Luna, que no dudaron en seguir vinculados al proyecto cuando este, junto con su creadora, migraron al Paulo VI. Una comunidad educativa que, en cabeza del rector José Demetrio Espinosa, los recibió con los brazos abiertos.

Desde entonces, esta iniciativa se ha convertido en parte vital de esta institución donde continúa transformando vidas y tocando corazones.

Una profe dedicada a tocar corazones

Sin importar la edad, colegio o tiempo en el proyecto, todos los integrantes de ‘Compartiendo Sonrisas y Transformando Proyectos de Vida’, coinciden en señalar un mismo punto: su vida les cambió cuando conocieron a la profesora Carolina.

“Aquí encontré mi otro yo. Pude enfrentar mis miedos frente a mi sexualidad porque ella me enseñó que lo más importante es que yo me acepte, lo demás no importa. Por eso para mí este proyecto es mi vida y la profe Carola, mi segunda mamá”, dice Paula Solórzano, estudiante del Eduardo Umaña Luna.

Algo similar opina *Juan Rodríguez* del Paulo VI, que antes de conocer a esta docente, libraba su propia batalla con el consumo de sustancias psicoactivas.

“La coordinadora del colegio me recomendó venir al proyecto por los problemas en los que me veía, y desde que llegué me gustó mucho. Sin embargo, tuve recaídas, pero volví por la profe porque para mí ella es mi motivación, nunca pensé en conocer una persona así porque me hizo alejarme de muchas cosas y me mostró una forma de vida diferente a la que tenía antes”, comenta Steven que espera seguir vinculado a este proyecto aún después de salir del colegio. Tal como lo han hecho varios de sus compañeros como Lizeth Carolina Maldonado.

“A mí la profe Carolina me ayudó mucho en esa etapa en la que uno piensa, ¿y ahora qué voy a hacer con mi vida? Ella me enseñó a perseguir mis sueños, a no rendirme. Ella hace que uno crea en el niño que siempre deseó estudiar, y sé que en parte es gracias a ella que estoy próxima a terminar enfermería, y estoy feliz porque voy a dedicar toda mi vida a lo que ella me enseñó: ayudar a otros”, señala Lizeth. 

Es precisamente por historias como estas, que la profesora Carolina se siente orgullosa de ser maestra.

“Ser maestra es algo mágico. Es estar conectado todo el tiempo con historias de vida, con sentimientos, con tristezas y alegrías que marcan y transforman, es una experiencia de vida, y por eso estoy convencida de que no basta con quedarse con el tablero y los libros, los niños tienen que aprender ciudad, y por eso espero seguir aquí formando más niños en este equipo de sonrisas para que cuando salgan al mundo lo pinten de colores, paz y mucho amor”, concluye la payasita Carola, una mujer de cabello alborotado y sonrisa infinita a la que por sus ganas de cambiar el mundo hoy le decimos ¡Gracias, profe!

* Nombre cambiado

Por Paula Andrea Fuentes

Fotos Juan Pablo Duarte


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