Fecha de publicación: Vie, 28/12/2018 - 13:14

EN BOGOTÁ SE APRENDE A SER FELIZ

Con entornos seguros, experiencias para la vida y programas de prevención y promoción, entre otras iniciativas, el gobierno Peñalosa ofrece herramientas para que docentes, estudiantes y sus familias vivan a plenitud siendo cada vez mejores seres humanos.

En 2018, Bogotá se convirtió en la primera entidad territorial del país en contar con material educativo paradesarrollar y fortalecer las competencias socioemocionales de los estudiantes en primaria.

Se trata del programa ‘Emociones para la vida’que ofrece herramientas para trabajar con las niñas y niños el manejo positivo de sus emociones, la empatía y la resolución pacífica de conflictos y que busca que se sientan más felices y ayuden a los demás a ser más felices, como lo destaca el alcalde Enrique Peñalosa.

“Asumimos el compromiso de brindar a las niñas, niños y jóvenes herramientas que les permitan construir futuros plenos y felices. Esta es la apuesta integral por la calidad educativa de la ciudad que, además de ofrecer más y mejores aprendizajes, les proporciona bienestar y entornos protectores”, asegura el mandatario capitalino.

En ese paquete de herramientas para la felicidad que refiere el alcalde, se incluyen los programas de Mejoramiento Integral de Entornos Escolares, que llegó en 2018 a 137 colegios con la participación de 600 profesores y 76.500 estudiantes; y la Alianza Familia– Escuela, en el que participaron 120 colegios de Bogotá.

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Asimismo, ‘Goles para una vida mejor’ para el fortalecimiento de las competencias ciudadanas a través del deporte, y ‘SanaMente’ y ‘Mejor sin alcohol’ para la prevención del consumo de alcohol, con los que se han beneficiado a más de 53 mil integrantes de las comunidades educativas de los colegios de Bogotá.

Porque desde diferentes frentes y en distintos ambientes, esta administración ha logrado que las niñas, niños y jóvenes de la ciudad fortalezcan sus competencias socioemocionales, como lo confirman los 16 campamentos ‘Ciudad de los Sueños’ que se realizaron este año en equipo con el IDRD, el Grupo Empresa de Energía de Bogotá y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá.  

Conozca algunas de las experiencias que confirman que en Bogotá se aprende a ser feliz.

Experiencias para la vida

Aún no salía el sol en el barrio Villa Diana de la localidad de Usme, y ya el fuego de la cocina de la casa de Laura Perdomo estaba encendido. La estudiante de 17 años, del colegio Gabriel García Márquez, se preparaba entusiasmada para asistir al campamento ‘Ciudad de los Sueños’.

Un chocolate caliente batido por su mamá sería el primer alimento de ese día que Laura describe como mágico. Después de atravesar la ciudad de sur a norte y llegar a La Sabana, la joven se encontró con más de 200 compañeros que, como ella, asistían a este espacio liderado por la Secretaría de Educación del Distrito.

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Allí, entre las montañas que rodean al embalse de Tominé, Laura no solo disfrutó de un paisaje espectacular, sino que recibió herramientas para ser feliz, algo que realmente será inolvidable para ella y los demás invitados.

Los 16 campamentos que se realizaron este año, en los que participaron 64 colegios y que incidieron en la vida de 3.200 estudiantes de Bogotá, son “para que los niños pasen unos días felices acampando y se enamoren de la naturaleza, de la región donde queda su ciudad. No hay un solo niño que no salga totalmente feliz porque hace nuevas amistades y eso es algo que va a ser contagioso para muchas personas en su entorno”, dijo el alcalde Enrique Peñalosa.

Laura, quien no puede contener las lágrimas, afirma que allí tuvo “un boom de emociones”: además de los amigos y el disfrute del verde de la montaña, este espacio fue clave para aprender “que cada uno debe demostrar su personalidad tal como es porque eso es lo que lo caracteriza a uno”.

Esta iniciativa del Distrito, que contó con una inversión superior a los 5 mil millones de pesos, hace parte de las estrategias para fortalecer las competencias socioemocionales de las niñas, niños y jóvenes de la ciudad.

La inteligencia emocional se aprende y acá la estamos enseñando. Ser feliz no es la ausencia de conflictos y de las contradicciones sino, por el contrario, aprender a resolverlos a través del diálogo. En esto radica la importancia de que Bogotá sea pionera en enseñar competencias socioemocionales, no solo a los estudiantes sino también a los maestros, a los rectores y a las familias”, explica la secretaria de Educación, Claudia Puentes Riaño.

Este aprendizaje es magia y alquimia. Ese proceso milenario que se describía como la posibilidad de transformar un elemento en otro y que, en la modernidad, también se entiende como la capacidad que tenemos las personas de transmutar algo de nosotros para acercarnos cada vez más a nuestra mejor versión.

Gracias a esta capacidad, los estudiantes se reconocen como seres humanos y, por lo mismo, son capaces de ver esa humanidad en el otro. Estos son saberes valiosos y fundamentales para un país que vive una coyuntura que reclama entendernos más, tolerarnos más y querernos más.

Pero ese ‘opus magnum’, o gran obra, que resulta de los procesos alquímicos filosóficos espirituales, no es para nada un trabajo sencillo; más bien es una transformación que nos lleva a observar de frente nuestra oscuridad para después hacerla luz.

Una luz que somos todos y que puede hacerse más evidente en las montañas de La Sabana junto al embalse de Tominé, pero también en las aulas de clase. Andrés Morales, uno de los 190 docentes que implementa el programa Emociones para la Vida, lo ha experimentado en carne propia en uno de los salones de clase del colegio Guillermo León Valencia, en la localidad de Engativá.

Allí, Andrés ha podido hablar con sus estudiantes sobre la vergüenza, la ira y el estrés, emociones que podrían parecer oscuras pero que, cuando son bien manejadas, pueden hacernos más fuertes y más felices.

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“Estas actividades contribuyen a que nos reconozcamos como seres emocionales y que nos permitamos aceptar lo que sentimos para tramitarlo y luego poder dejarlo ir pues las emociones no son ni buenas ni malas”, explica Morales al tiempo que, asegura, las respuestas de las niñas, niños y jóvenes han sido muy favorables pues han ganado en respeto y escucha.

“Ese reconocimiento propio e individual es importante para poder llegar a entender a otros y poder construir, desde los actos cotidianos y sencillos, un país mejor”, concluye el maestro.

Jonathan David Arévalo tiene 10 años y es uno de los 6.650 estudiantes beneficiados con el programa. Cursa cuarto grado del colegio en el que Andrés es docente y, guiado por él, llegó al aprendizaje de que el amor, la paz y el perdón están en su interior, en el interior de cada uno de nosotros. Y también que amarse a sí mismo es un camino seguro a la posibilidad de amar a los demás.

“A Colombia le hace falta que nos queramos, y harto, porque hay mucha gente que no se quiere y por eso no piensan en los demás”, expresa el pequeño.

Emociones para la Vida transforma la realidad de niños y jóvenes de Bogotá. En este ámbito, Yenny Carolina Marín, profesora del colegio Distrital Filarmónico Jorge Mario Bergoglio, en la localidad de Suba, asegura que, de lo más valioso de este espacio, es que dista de la clase tradicional y entonces ella puede ser una más del grupo.

“Ellos contaban sus experiencias y yo las mías. No como un agente externo, sino como un ser humano más que también debe aprender a manejar sus emociones. Un ser humano al que también le dan nervios y cosquillas en el estómago; que también puedo equivocarme y un día estar triste, por ejemplo”, cuenta Yenny. “Lo que se busca, y uno nota el resultado, es que ellos expresen lo que sienten; entonces el profesor deja de ser la maquinita del conocimiento y lo que sucede es que entre todos construimos el conocimiento”, concluye.

La transformación del entorno de la escuela

Esta alquimia que lidera la Secretaría de Educación del Distrito no se queda solo en los estudiantes y sus profesores. Es una iniciativa que trasciende los muros de los colegios.

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De allí nace una apuesta contundente por generar entornos escolares seguros en los que el arte, el deporte, los programas de prevención de consumo de sustancias psicoactivas y las alianzas con entidades del orden local y nacional son la base sobre la que se sustenta la transformación de los espacios en los que se ubican las instituciones educativas.

A la fecha, 137 han sido intervenidas con este programa, que además ha formado a 600 docentes y ha impactado la vida de 76.500 estudiantes.

Se trata de 8 colegios beneficiados con las Zonas de Orientación Escolar (ZOE) en la localidad de Los Mártires, 62 con el programa de prevención temprana del consumo de alcohol, 41 con el fortalecimiento de competencias socioemocionales y ciudadanas a través de la práctica del fútbol y 35 con intervenciones artístico pedagógicas.

Gracias a las ZOE, por ejemplo, en el sitio en el que por tanto tiempo operó El Bronx, hubo una transformación del espacio. Allí se realizó un “Encuentro de saberes” con la Secretaría Distrital de la Mujer, una Feria de Educación Superior y un encuentro sobre Economía Naranja. Irma Toro Castaño, rectora del colegio Liceo Nacional Antonia Santos, en la localidad de Los Mártires, señaló la importancia del trabajo en territorio.

“Con ese programa se crearon unos espacios a los que los estudiantes acuden para resolver distintas situaciones conflictivas. Esas negociaciones en los descansos me encantaron. Instalaron la carpa y todos identificaron cuál era el espacio de conciliación. Eso prácticamente llegó a construirse en el imaginario de los chicos como si fuera un templo, algo de respeto”, explicó la rectora.

El Liceo Antonia Santos es uno de los 84 colegios que han hecho parte de la estrategia de mejoramiento de la seguridad coordinada entre las Secretarías de Educación y la de Seguridad, Convivencia y Justicia y la Policía Nacional.

Sumado a esto, en el marco del Comité Distrital de Convivencia Escolar, la Secretaría de Educación del Distrito viene realizando un trabajo articulado con 15 entidades distritales y nacionales, con 18 programas de promoción y prevención en los que 288 instituciones educativas han participado, al menos en uno de ellos.

“Además de los entornos escolares seguros, les entregamos a los colegios de Bogotá una batería de herramientas para saber cómo actuar en caso de que se vulneren los derechos de los estudiantes de la ciudad. Se trata de 18 protocolos enfocados en la atención de problemáticas tales como el acoso escolar, la discriminación racial o los presuntos casos de abuso sexual, entre otros”, explica la secretaria Claudia Puentes Riaño.

La familia como escenario de construcción

Las experiencias que les brindamos a los estudiantes serían inocuas si no hubiese un diálogo con las familias. Es por eso que la Secretaría de Educación del Distrito le apunta a estrechar los lazos con esa instancia determinante en la formación de las niñas, niños y jóvenes bogotanos.

Es así como el programa Alianza Familia - Escuela llegó, en 2018, a 120 colegios de Bogotá. Más de mil madres y padres de familia hicieron parte de él.

Luz Mary Abril es una de ellas. Su hija, Allison Antonella, es estudiante de la institución educativa Débora Arango Pérez, en Kennedy. La mujer cuenta emocionada cómo gracias a esta iniciativa distrital, el colegio de su hija se convirtió en otra familia para ella. “Allison es mi única hija; la tuve cuando yo tenía 40 años y gracias a que el colegio nos ha abierto las puertas a los padres de familia, he aprendido a enseñarle a mi hija con amor”, señala Luz Mary que, además, afirma sin temor a equivocarse, “el programa generó un espíritu de colaboración entre los padres y maestros y eso es realmente la paz, además de un motivo muy fuerte para querer estar en este mundo”.

Un proceso de transformación revolucionario se tomó las aulas de clase. Allí, las niñas, niños y jóvenes de la ciudad, junto a sus familias, sus maestros y rectores, han aprendido a leerse y a escribirse diferente. A saber, que la vida a veces va de sumas y, muchas otras, de restas. Y que, en medio a un contexto convulsionado, aunque una golondrina no haga verano, sí puede ser el símbolo de que el sol anda cerca. 

Una ciudad sostenible: una ciudad para la felicidad

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Como parte de las estrategias para hacer más seguros los espacios en los que las niñas, niños y jóvenes de Bogotá se mueven, este año se aumentaron de 6 a 12 las localidades beneficiadas con el programa ‘Al colegio en bici’, superando así el millón de viajes seguros en la ciudad, aprendiendo y disfrutando de las bicicletas.

En lo que va de este gobierno, más de 12 mil estudiantes han sido formados para la movilidad sostenible, mediante talleres sobre mecánica básica, respeto por las normas de tránsito y percepción de riesgo en las vías, entre otros. La proyección para el final del cuatrienio es lograr la participación de 20 mil estudiantes.

’Al colegio en bici’ es mucho más que un programa, porque está convirtiendo a los niños en personas absolutamente capaces de moverse y conocer la ciudad. Estamos seguros de que, cuando salgan del colegio, estas niñas y niños van a ser ciudadanos ejemplares”, concluye la secretaria de Educación, Claudia Puentes Riaño.

Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos. 


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