Fecha de publicación: Mié, 04/11/2015 - 11:40

‘EL ENCANTO DE LO SENCILLO’ PARA TRANSFORMAR LA VIDA DE NIÑOS CON DISCAPACIDAD

En el colegio Las Américas de Kennedy, 75 niñas y niños con discapacidad cognitiva tienen como guardianes a los jóvenes de grado 11º, quienes usan el juego y el amor para alegrar sus vidas. Una historia de educación incluyente y mucho corazón.

La mañana empieza animada para los estudiantes de las aulas diferenciales del colegio Las Américas. Aplausos y manifestaciones de alegría se toman cada uno de estos salones cuando llega la visita más esperada de toda la semana. Los pequeños, de 1° a 4° grado, tienen puestas sus ilusiones en los momentos de diversión que pasarán con los jóvenes de grado 11°.

Cada semana, los estudiantes mayores del colegio dan ejemplo sobre el verdadero significado de la inclusión. Asisten a las aulas diferenciales, proponen actividades lúdicas, escuchan a los estudiantes con discapacidad cognitiva y, sobre todo, les demuestran que forman parte de una gran comunidad educativa que los quiere y los respeta.

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Los mueve la convicción de que sus acciones, por pequeñas que sean, generan grandes cambios en la vida de estas 75 niñas y niños que pertenecen a las aulas diferenciales, con las que la educación pública de Bogotá brinda formación integral con enfoque diferencial a estudiantes con discapacidad.

Ese es, justamente, el encanto de lo sencillo, tal como se llama este proyecto que lidera el profesor de ética, Luis Carlos López, quien cree que la formación en ciudadanía y en valores como el respeto por la diversidad debe realizarse de forma práctica y vinculada al contexto educativo.

“‘El encanto de lo sencillo’ es una experiencia que demuestra lo fácil que es transmitir el conocimiento y promover la convivencia y lo bonito que es el resultado: la sonrisa de los niños que nos esperan y nos acompañan en las actividades”, explica el profesor Luis Carlos.

Esas sonrisas como las que expresa Kevin, un niño de 12 años que dice que lo que más le gusta del colegio son sus ‘amiguitos’ de 11°. “¡Y la profe y todo!”, añade. Aunque es difícil para él poner en palabras todo lo que quiere decir, expresa con sus pequeños y brillantes ojos oscuros la emoción que le produce contestar a estas preguntas.

Clases que alegran

Los protagonistas de la clase de hoy son un grupo de títeres relacionados con la naturaleza, manejados por 6 jóvenes de grado 11°.

“¿Por qué es tan importante el sol?”, preguntan, moviendo la figura a la vista de todos los pequeños. Segundos después, ofrecen sus respuestas: el sol le da vida a las plantas y gracias a él podemos saber si es de día para que los niños vayan al colegio y los animales salgan al bosque. Luego viene una canción para animarlo a salir, que tararean con mucho entusiasmo.

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María Castillo, docente de aulas diferenciales desde hace más de 30 años, es una de las principales voces que resaltan el impacto de esta iniciativa.

“Llegué al colegio en el año 82 y muchas cosas han cambiado desde entonces. Poco a poco hemos ido integrando a esta población, pero esta experiencia, en especial, sensibiliza a la comunidad educativa. Los jóvenes se acercan a ellos, los entienden y se rompen muchas barreras que impedían una verdadera inclusión”, asegura con convencimiento.

Esa misma sensación tienen los participantes del proyecto, estudiantes que hoy son líderes más sensibles, creativos e interesados en transformar, cada uno con su granito de arena, la vida de estos pequeños, que en ocasiones son segregados incluso al interior de sus familias.

“Antes de este proyecto, aunque sabíamos que habían aulas diferenciales en el colegio, no teníamos la oportunidad de interactuar con los niños, como sí lo hacíamos con los estudiantes de primaria”, dice Angie Herrera.

Por su parte, su compañera Saray Forero, explica que no se trata de hacer cualquier actividad, sino que las planean y preparan con dedicación y recursividad para que estas los impacten realmente y les ‘cambien el chip’ frente a la rutina de las clases.

Sin duda, para Angélica, estudiante con discapacidad cognitiva, el mejor día en el colegio fue hace unos meses, cuando hicieron un juego de olores y texturas con muchos objetos. “Nos enseñaron muchas cosas y nos divertimos mucho”, dice lentamente la pequeña de 10 años, quien comparte el pupitre con Kevin, su amigo inseparable.

Ronald, en cambio, recuerda cuando los llevaron a entrenar al parque a prepararse para las competencias Fides en salto y atletismo, en las que varios resultaron campeones. “Me gusta que los niños de 11º enseñan cosas bonitas y a pensar”, dice, mientras se distrae con uno de los títeres hechos en papel con forma de sapo.

Voluntad para transformar vidas

Para mejorar la vida de estudiantes con discapacidad y llenarla de alegría, lo único que se necesita es el compromiso y la voluntad de querer alcanzar una inclusión educativa plena.

Tatiana Grajales, una de las participantes de grado 11°, cuenta que gracias a este proyecto, además de la vida de niñas y niños, también se transformó la tradicional clase de ética y valores, convirtiéndose en una experiencia que les ofrece herramientas para ser mejores seres humanos.

“Tengo un hermanito con discapacidad y sé lo importante que es para ellos relacionarse con otros. Por eso esta es una iniciativa muy linda, pues de otra forma es difícil que haya los espacios y el interés por hacer este contacto que es muy formativo”, señala la joven.

En la actualidad, el proyecto se realiza con estudiantes de la jornada mañana. Pero en el colegio Las Américas, son en total 172 niñas y niños los que forman parte las aulas diferenciales y cuentan con el apoyo de 17 profesionales para la consolidación de espacios escolares diversos y libres de discriminación.

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El paso a seguir es que ‘El encanto de lo sencillo’ sea parte del Plan Integral de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia del colegio, de forma que toda la institución pueda vincularse y encuentre, junto a los estudiantes con discapacidad cognitiva, la oportunidad de desarrollar capacidades ciudadanas esenciales al interior de la escuela y más allá de sus muros.

Con proyectos como este, dos de los programas bandera de la educación pública de Bogotá, la Educación Incluyente y la Educación para la Ciudadanía y la Convivencia, se unen para lograr que la inclusión de niñas y niños con discapacidad cognitiva, síndrome de Down y autismo sea una realidad en este colegio público al suroccidente de la capital. “Así hacemos una educación más humana”, concluye el profe Luis Carlos.

Por Diana Corzo

Fotos Juan Pablo Duarte


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