Fecha de publicación: Mar, 12/04/2016 - 11:44

EL SALÓN DE LA MEMORIA DE CIUDAD BOLÍVAR

Un espacio para perdonar liderado por el profe Wilson Muñoz, donde estudiantes y familias víctimas del conflicto armado se encuentran. Así se construye paz desde la escuela.

En el colegio Antonio García, de la localidad de Ciudad Bolívar, hay un salón exclusivamente dedicado a la memoria. Así como los estudiantes van a estudiar química al laboratorio e informática en el salón de sistemas, van al salón ‘Evaristo Bernate Castellanos’ a construir paz. A relatar para reconciliarse.  

El profesor Wilson Muñoz, docente de filosofía y humanista consagrado, dirige ‘Caminos y Generación de Paz’, un experimento pedagógico, reflexivo y de convivencia que invita a niñas y niños del colegio a que sanen las heridas a través del poder del relato y la palabra

Un espacio para desahogarse de las cargas del alma y para encontrar apoyo en otras personas que, como ellos, fueron víctimas de la violencia y el conflicto. Un lugar donde se conjugan el pasado y el presente y se construye una nueva historia a partir de los relatos del barrio, de la escuela y de la familia.  

En este salón, ubicado en el segundo piso del colegio, amplio e iluminado, la historia y los recuerdos tienen un lugar muy especial. ‘El que no conoce su historia está condenado a repetirla’ se lee en letras gigantes de colores en una de las paredes. Aquí cada frase tiene una reflexión, cada fotografía tiene una historia. Es un lugar consagrado a la memoria, a la historia viva del colegio, de los miembros de la comunidad, de los fundadores del barrio y de todos miembros de una larga cadena que finaliza en las niñas y niños del presente.

El salón de la memoria ‘Evaristo Bernate Castellanos’ fue bautizado así en honor a un educador de la localidad, al fundador del Instituto Cerros del Sur, una escuela de puertas abiertas creada para empoderar a los habitantes de la localidad a través del conocimiento, un amigo personal del profe Wilson y líder social cuya vida fue cegada por los violentos en 1991 por luchar por el agua, el techo y la alimentación de la comunidad.

Una historia de dolor, como la que muchos colombianos cargan a sus espaldas, pero también una historia de esperanza, ya que el legado de este educador vive en la memoria y en la obra de maestros como Wilson, que desde su aula trabajan para educar a una nueva generación de paz sobre la base del perdón y la reconciliación. 

‘Caminos y Generación de Paz’ es una iniciativa que en los últimos siete años se ha dedicado a construir memoria y tejido social con los estudiantes más pequeños del colegio, pero también con sus padres, sus abuelos y todos los miembros de la comunidad que estén dispuestos a compartir un poquito de su historia. 

Hay tres tipos de personas en Colombia: las víctimas, los victimarios y los espectadores, los que miran sin inmutarse atrocidad tras atrocidad en las noticias. La indiferencia es el problema más grande que tenemos como sociedad”, dice el profe Wilson, un hombre corpulento que siempre carga una gran sonrisa y una energía incontenible. 

Casi todos los caminos conducen al perdón

La iniciativa ‘Caminos y Generación de Paz’ nació de una inquietud que le surgió al profe Wilson Muñoz cuando llegó al colegio Antonio García, en el año 2008. Un sinfín de historias de dolor y un panorama de indiferencia total, lo motivaron a dar un paso adelante y poner su granito de arena en la construcción de un país en paz.

“Cuando llegué al colegio me encontré con un diagnóstico muy desalentador. Muchas niñas y niños eran víctimas del conflicto armado y estaban en condición de desplazamiento y estaban muy solos, muy aislados. Yo ya conocía las historias de los verdugos, ahora quería conocer la de las víctimas. Entonces empecé a invitar a los más pequeños para reflexionar sobre las violencias que los aquejan, la violencia social, la violencia económica, a invitarlos a hablar para que cuenten sus historias”, dice el profe Wilson, quien lleva 25 años trabajando en la formación de los estudiantes de Ciudad Bolívar. 

Poco a poco los niños respondieron al llamado del profe Wilson, y de su mano sesepararon del odio y de la rabia y empezaron a caminar por el sendero de la paz y el perdón. Fue difícil, ya que para que un niño hable de las heridas que le han dejado la guerra y el dolor es necesario crear un ambiente propicio para que ‘abran sus corazones’ y se desahoguen de agobios y preocupaciones.  

Con ayuda de sus colaboradores, se las ingenió para crear ambientes de confianza y seguridad para que los niños se sientan cómodos compartiendo su historia. 

“Tratar el tema del conflicto y de la guerra con estos chicos es difícil porque eso mueve muchos sentimientos. Por eso hay que crear un ambiente propicio para que los chicos se abran y empiecen a generar resiliencia, que es la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos frente a un hecho traumático o una situación adversa”, comenta Lorena Arévalo, una egresada de la institución que se dejó contagiar por la energía del profe Wilson y hoy trabaja por la comunidad desde la academia y desde Caminos de Paz.

“Tenemos una actividad que les gusta mucho a los chicos que se llama ‘Baúl de los Recuerdos’. Los estudiantes escriben en tiritas de papel un recuerdo feo, doloroso de su vida y lo metemos al baúl. Luego los vamos sacando, los compartimos, hacemos una reflexión y luego quemamos los papelitos como un símbolo de perdón y reconciliación”, destaca Lorena. 

Fue así como actividades como los juegos de la memoria, donde los estudiantes pequeños reviven los juegos tradicionales como el yermis, la lleva, etc., el Cine Foro ‘El Charqui’, recorridos por lugares representativos de la localidad y de la ciudad y los talleres de agricultura urbana, se convirtieron en excusas para que los estudiantes del Antonio García emprendan un viaje al interior de sí mismos y encuentren en su corazón el bien más anhelado: el perdón.

Mayerly Rodríguez es una de esas estudiantes que encontró la tranquilidad y el sosiego a través del perdón. “En este grupo uno aprende a relatar su historia. Al contarla encuentra apoyo en los demás porque se da cuenta que no está solo, que a otros les pasó lo mismo. Así se relaja y puede seguir adelante”, puntualiza Mayerly, quien tuvo que abandonar su tierra natal en Sabana, Cundinamarca, por la violencia que amenazaba su vida y la de su familia, y empezar de cero en Bogotá.

“Es necesario que nosotros como personas, como comunidad y como país, hagamos el recuento de nuestra historia, de lo que ha pasado antes de que nosotros viniéramos al mundo y todo lo que ha influido para que seamos lo que somos actualmente”, dice Mayerly.

El perdón es la recompensa al final del sendero. El perdón es el mecanismo que permite a los seres humanos entender lo que pasó y brinda la entereza y el carácter para seguir adelante. “Es importantísimo el perdón porque perdonar genera paz, genera tranquilidad. Es más, el perdón es indispensable para seguir viviendo y sentirse tranquilo. Es como reconciliarse con uno mismo”, concluye Mayerly, quien dejó atrás (más no en el olvido) su pasado de dolor y hoy sueña con estudiar contabilidad y trabajar para sacar adelante a su familia.  

La paz se construye adentro y afuera de la escuela

La familia, las raíces y la historia popular también tienen su espacio en ‘Caminos y Generación de Paz’. A través de los ‘Chocolates de la memoria’, los padres, los abuelos, y los miembros de la comunidad acuden al colegio para compartir sus relatos de vida, para contarle a estudiantes cómo era el barrio cuando ellos eran niños, a qué jugaban, a dónde se iban de paseo. 

“Nosotros somos presente, pero en nosotros está el pasado de nuestros papás y de nuestros abuelos”, repite con insistencia el profe Wilson.

De esta manera, los estudiantes conocen esos relatos que confluyen para hacer de ellos quiénes son actualmente. Esas historias de lucha, de vida y de esperanza que son el legado que dejan sus padres y abuelos para ellos, y que les dan significado a sus vidas lejos del conflicto y la violencia.

“La educación tiene la tarea de salirse del escenario de la escuela. Romper las barreras para conocer las realidades que hay afuera. La institucionalidad no te permite ir más allá para conocer la historia que hay detrás de un muchacho. Por eso hay que habilitar este tipo de espacios donde los padres y los abuelos vienen a contar cómo se fundó el barrio, quiénes lo fundaron y todas las dificultades que tuvieron que pasar para lograrlo. Son historias que hacen que los niños se sientan orgullosos, que sientan que tienen un arraigo al barrio y a la comunidad”, recalca Lorena, la mano derecha del profe Wilson en este viaje a través de la memoria.

El profe Wilson se ha vuelto un experto historiador de su localidad y de su colegio. Con su memoria prodigiosa y su voz profunda, el maestro invita a los integrantes del grupo a que construyan su propio relato, para que sumando todos los relatos se arme la gran historia de Ciudad Bolívar contada por sus habitantes.

Así, entre todos los miembros de la comunidad van construyendo esos relatos inéditos del barrio y del colegio que no se encuentran en los libros, historias que subyacen en el corazón de sus protagonistas, y que brindan una explicación para el presente y una esperanza para el futuro. 

Los caminos de paz empiezan en el pasado, se construyen en el presente, y se proyectan hacia el futuro.

Por Nicolás Rodríguez
Fotos Juan Pablo Duarte

 


¿Le fue útil este contenido?