Fecha de publicación: Mar, 31/08/2021 - 08:27

Volver a bailar, la felicidad de 400 estudiantes del colegio San Pedro Claver

La clase de danzas de la profesora Liliana Gaitán se ha convertido en una catarsis para las y los estudiantes de grados 8, 9 y 11 de esta institución de Kennedy. Después de un año de virtualidad y confinamiento, regresar a la presencialidad ha sido un respiro para estos jóvenes que se gozan como nadie cada paso, movimiento y coreografía.

Mientras prepara la clase que le va a dar a los estudiantes de grados 8 y 11 del colegio San Pedro Claver, la profe Lili, como le llaman todos, recuerda esa mañana de marzo de 2020 en la que el rector anunció que el colegio iba a cerrar debido a la covid-19. El virus del que no se dejaba de hablar por esos días y que llegaba al país precedido de imágenes, un poco apocalípticas, de lo que estaba ocurriendo en Asia, Europa y Estados Unidos.

Sin embargo, como muchas personas, la profe Lili no calculó en ese momento los efectos de la pandemia y el impacto en el tiempo de las medidas restrictivas. Para ella el tema era una cuestión que no iba a tomar más de 15 días.

“No era que no creyera en la enfermedad, pero pensaba que el coronavirus no nos iba a golpear tan fuerte acá y que íbamos a cerrar por dos semanas y ya. Digamos que al principio no tuve tanta incertidumbre. Ya después de esas dos semanas fui consciente de la gravedad de la situación”, recuerda con algo de nostalgia.

Hoy, un año y medio después, esta docente de la clase de danzas celebra el regreso a la presencialidad porque, contrario a lo que dice un viejo y popular refrán, el tiempo pasado no fue el mejor.

“El cambio fue muy difícil porque en la clase de danzas trabajamos la parte corporal y, al principio, sin tener una comunicación personal con mis estudiantes, tocaba a punta de guías. Ya después indagué las diferentes plataformas para hacer videollamadas, pero me encontré con problemas como por ejemplo la conexión y velocidad del internet, el limite de tiempo, que todos encendieran la cámara, entre muchas otras situaciones que eran nuevas para todos”, indica.

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De entrada, ya había una contradicción absoluta: tener una clase de danzas de manera virtual en la que la expresión del cuerpo era un principio básico. Por eso, nos cuenta la profe, lo más complejo era lograr la coordinación entre la música y los movimientos corporales y que eso lo interpretaran de manera correcta sus estudiantes. “La imagen se congelaba o se caía la llamaba, entonces imagínense lo difícil que era todo”.

Lo chévere de volver al colegio San Pedro Claver

El día en el que la profe Lili volvió a dar clase de manera presencial notó dos cosas: una emoción profunda de sus estudiantes por volver a ver a sus amigos y compañeros, pero también una timidez que no era característica de ellos antes de la pandemia.

“También vi que hubo algún deterioro con relación a la parte corporal, se había perdido flexibilidad y algo de concentración, pero era a penas normal luego de un año de virtualidad”, nos cuenta.

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De los 400 jóvenes que tiene a cargo la profesora Lili, Karen Mahete es una de las estudiantes más apasionadas por la música y el baile. Las cuarentenas y el encierro fueron una pesadilla para ella y muchos de sus compañeros, quienes en plena adolescencia tuvieron que afrontar la denominada ‘nueva normalidad’.

No estábamos preparados para enfrentar un confinamiento, no estábamos preparados para estar solamente en casa sin tener vida social y sin poder convivir con otros. Estamos en una etapa de crecimiento en la que nos gusta salir, conocer, divertirnos y el año pasado nos tuvimos que limitar a estar en casa y hacer tareas. Fue muy duro”, señala.

Ahora, nos cuenta, todos llegan puntual a clase y se disfrutan los calentamientos, ensayos, estiramientos y todas las temáticas que enseña la profe Lili. Sin duda, un respiro para la salud mental de todas y todos, tan golpeada por el coronavirus.

“El día que volvimos al colegio me di cuenta de que necesitaba regresar por mi salud mental. Realmente las clases presenciales son mucho más amenas que las clases virtuales porque todo fluye más y son mejores las dinámicas. Nada se compara con poder interactuar con la profesora, hacerle preguntas, que nos corrija movimientos y aprender juntos”, agrega.

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Kevin Fresneda es otro de los estudiantes de grado 11 que asiste a estas clases. Aunque por lo general los hombres son más tímidos que las mujeres a la hora de bailar -al menos en Bogotá-, Kevin es un trompo cuando se trata de seguirle los pasos a su maestra.

“Fue muy emocionante volver a bailar ante todos mis compañeros y convivir con ellos. Ya estaba cansado de practicar las coreografías en la casa frente a la cámara, realmente era muy aburrido. Mi familia también está muy feliz de que haya regresado a la presencialidad para vivir mi último año de bachillerato en el colegio”, nos explica.

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Así transcurren los días en el colegio San Pedro Claver. Entre música, coreografías, bailes, carranga y reggaetón los estudiantes y la profe Lili son libres, son ellos, son únicos, son felices. El salón de danzas se ha convertido en ese espacio en el que se liberan del estrés, se olvidan todo aquello que les inquieta y su única preocupación es dar el paso y el movimiento correcto. De a poco van recuperando la flexibilidad que perdieron durante la virtualidad.

Y como el 2020 fue un año difícil, en sus miradas se puede percibir esa alegría de volver, de retornar, de reencontrarse. Con todas las medidas de bioseguridad y la constante atención de los coordinadores y docentes disfrutan de aquello que solo la presencialidad les brinda: la felicidad de estar y aprender junto al otro.

 

¡La educación en primer lugar!

 


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