Fecha de publicación: Lun, 13/05/2019 - 15:49

La maestra de Engativá que lleva la educación ambiental un paso más allá

El sueño de Alba: un sistema de indicadores de educación ambiental que sea política pública y transforme realidades. “Camino todos los días hacia eso. Disfruto ser educadora”, dice.

“Como sociedad, cada vez estamos más preocupados por el medio ambiente, pero cada vez realizamos menos acciones proambientales. Sin embargo, desde los colegios estamos buscando cambios que se puedan mantener en el tiempo, replicar y medir”. Son las palabras de Alba Nubia Muñoz Montillla, una maestra del colegio Jorge Gaitán Cortés, de Engativá, apasionada por su profesión y entregada al cuidado de los recursos naturales.

Esta mujer es docente de la educación oficial de Bogotá desde hace 20 años, pero, de acuerdo con lo que expresa, su interés por la educación ambiental inició cuando era una niña. “Tuve excelentes profesores de biología”, asiente.  Ellos fueron sus primeros mentores, quienes quizás labraron el inicio de una carrera brillante.

Es licenciada en Biología, magíster en Gestión Ambiental y doctora en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional, un posgrado que cursó con el respaldo del Fondo de Formación Posgradual de la Secretaría de Educación del Distrito.

Alba enseña biología a los estudiantes de bachillerato en la jornada de la mañana del Jorge Gaitán Cortés y es una de las docentes comprometidas con el Proyecto Ambiental Escolar (Prae) de esa institución educativa distrital: una iniciativa que apunta a generar cambios de comportamiento en los jóvenes que los motiven y acerquen de forma grata a su entorno.

Profe Alba

“La mejor manera de hacerlo es mostrándoles el impacto de las acciones y dando ejemplo, porque los comportamientos proambientales se aprenden y se convierten en prácticas sociales y culturales”, precisa la maestra.

En este colegio del barrio La Española hay un manejo responsable de residuos; a los niños les gusta movilizarse en bicicleta; ahorran energía eléctrica y agua, y se adelantan jornadas de reciclaje con el apoyo de las familias. Estos son, más que ejercicios académicos, hábitos que los niños comparten en la escuela, en sus hogares y en cada espacio en el que tengan oportunidad.

“Hace cuatro años hicimos una alianza con la Asociación de Recicladores de Engativá. Gracias a esto hacemos jornadas de ‘reciclatón’ y desarrollamos espacios de conversación en los que los recicladores comparten, con los jóvenes y sus familias, su experiencia como recuperadores de residuos. De esta manera, los estudiantes traen el material aprovechable y complementan lo aprendido en el aula”, continúa esta madre de dos hijas y esposa de un docente de Química.

Así mismo, en asocio con la Secretaría Distrital de Hábitat, los estudiantes pueden prestar a partir de este año un servicio social ambiental en el que se desarrollan actividades de formación y procesos de mejoramiento ambiental dentro del colegio.

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“Ser maestro es amor por lo que haces, amor por lo que inspiras y amor por lo que te permite levantarte cada día”

La tranquilidad de esta profe al hablar y referirse a la riqueza ecológica que posee Bogotá contrasta con su preocupación por medir el impacto de la educación ambiental. Esta inquietud ha llevado su carrera un paso más allá. Su tesis doctoral fue la formulación de un sistema de indicadores de educación ambiental, un instrumento que aún no existe en el mundo.

“Pretende monitorear los alcances y el desarrollo de las acciones educativas que se promueven y emprenden desde distintas políticas y programas institucionales. Una propuesta con pautas operativas para la recolección de información, en torno a comportamientos ambientalmente relevantes, con el fin de consolidar conocimiento alrededor de aquellas acciones de educación que resultan más eficaces”, señala la reseña de su iniciativa, publicada en la Revista Colombiana de Educación y en el boletín del Centro Nacional de Educación Ambiental de España.

Profe Alba

El sueño profesional de Alba es desarrollar dichos indicadores en su posdoctorado, para que se conviertan en política pública.

“Cada proyecto tiene sus propios indicadores de ejecución y de eficiencia, pero no sabemos qué tanto estamos impactando en el comportamiento de las personas, si estamos generando transformaciones o no. Aunque tenemos la Política Nacional de Educación Ambiental, y hay una distrital, considero que debe existir una valoración de lo que hacemos para que haya mayor impacto y ejecución”, resalta.

A lo anterior, la maestra agrega que su sueño como educadora es cambiar realidades: “Quiero impactar en los estilos de vida, hacernos más sostenibles por el planeta, minimizar las consecuencias negativas en el medio ambiente para conseguir un buen vivir. Camino por ese sueño todos los días porque disfruto ser educadora”, apunta.

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Esta profe de la educación oficial de Bogotá sigue abriendo caminos para lograr lo que tanto anhela. Su ponencia sobre el sistema de indicadores fue aceptada en el Congreso Mundial de Educación Ambiental, que este año tendrá lugar en Tailandia, del 3 al 7 de noviembre. Aún no confirma su participación, pero tiene “todo el impulso” de trabajar en conjunto con otros colegas de diversas latitudes y traer a Colombia nuevas ideas y retos.

De sus 20 años de experiencia profesional, Alba Nubia Muñoz Montilla lleva 14 ejerciendo en el colegio Jorge Gaitán Cortes. Los otros seis los pasó en el colegio La Amistad, de la localidad de Kennedy. Esto, según manifiesta, le ha permitido entender mejor las dinámicas de sus estudiantes y darles continuidad a los proyectos ambientales. Precisamente, esa es para ella una responsabilidad primordial de los docentes.

“En la interacción docente-estudiante están las mayores posibilidades. En la práctica, sabemos cómo generamos cambios en quienes nos escuchan. Y, aunque tenemos políticas con propuestas sólidas, siento que no les damos continuidad a los proyectos que llegan y se van de los colegios”, dice.

Flores

La maestra Alba afirma que el tema ambiental nos convoca a todos: niños, jóvenes y adultos por igual. Pero “lograr prácticas continuas es el gran reto”. En ese sentido, ella hace su aporte desde el conocimiento, desde el amor por los humedales Tibabuyes y Santa María del Lago, que se encuentran cerca de su colegio, por los cerros orientales, el Jardín Botánico y todo el verde de Bogotá.

Su pasión seguirá siendo aprender y enseñar. Y pese a que el estudio y el trabajo le demandan bastante tiempo, su razón de ser es la unión con su familia, que perdura en el día a día. “Ser maestro es amor por lo que haces, amor por lo que inspiras y amor por lo que te permite levantarte cada día”, opina.

Daniela Rodríguez Suárez, una de las estudiantes de 10.º de la maestra Muñoz, le dice #GraciasProfe por su compromiso y su ejemplo: “Hemos arreglado las zonas verdes del colegio y compartido con otros colegios lo que aprendemos sobre medio ambiente. La profe está pendiente de nuestro aprendizaje y está muy comprometida. Gracias a su trabajo, tenemos la posibilidad de concientizar a nuestras familias y amigos de ser cada vez mejores”, manifiesta.

¡Porque una ciudad educadora es una Bogotá mejor para todos!


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