Fecha de publicación: Lun, 13/05/2019 - 15:26

En un barco pirata viene un cofre cargado de…

¡Muchos mensajes repletos de amor! Eso fue lo que descubrieron los niños de Preescolar que formaron parte del Proyecto de los Piratas capitaneado por la profe Jenny Eslava, en el colegio INEM Francisco de Paula Santander.

La idea surgió durante una divertida lectura de cuentos a sus pequeños estudiantes, y fue el pretexto perfecto para que la docente de Preescolar Jenny Eslava Rodríguez pusiera en práctica lo aprendido en uno de los cursos que la Secretaría de Educación del Distrito promueve en Espacio Maestro, una plataforma tecnológica diseñada para el desarrollo profesional docente. En este caso, el curso de Literatura Infantil.

La profe Jenny con niños en un salón

De inmediato, niños y maestra se dispusieron a dar forma a la idea. Preguntas como quiénes eran los piratas, cómo vestían, qué los distinguía de otros marineros…, empezaron a surgir y a llenar de misiones, aventuras y letras la mente y el universo creativo de sus curiosos alumnos.

“Lo que buscamos con las experiencias pedagógicas que nos sugiere este curso es que los niños sientan goce por la escritura, la lectura y la oralidad. Queremos propiciar un acercamiento placentero de los niños de Educación Inicial a las letras sin usar los textos de siempre, sino otros que muestren problemáticas más contextualizadas”, cuenta esta maestra siempre interesada en aprendizajes que le permitan actualizar y mejorar sus técnicas de enseñanza, así como saciar la avidez de conocimiento de sus estudiantes.

La profe Jenny enseñándoles a dos estudiantes

A través del Proyecto de los Piratas, en cada clase, estos niños de Preescolar comenzaron a proponer y crear misiones nuevas que plasmaban en ‘garabatos’: “Empezamos a pensar cómo hacer, en el aula, los elementos que caracterizaban a los piratas y, desde ahí, ya la escritura se hizo esencial en el proceso porque los niños sentían la necesidad de poner el nombre a cada elemento dibujado: sombrero, parche, pañoleta, brújula…”, narra la profe.

En cada misión, por la dinámica que cada una implicaba, no solo las letras se empezaron a abordar de una forma diferente, flexible y divertida, según la profe, también los números comenzaron a requerirse y a abordarse de una manera creativa y vivencial: “Por ejemplo, algún niño preguntaba ¿cuántos pasos necesitamos dar para llegar a la ludoteca? Entonces, como piratas, querer descubrirlo significaba para ellos un conteo útil, pues necesitaban saber hacerlo para encontrar algo. Y, así, se fueron creando pequeñas situaciones que, al mirar en conjunto, enriquecían el trabajo y el aprendizaje de los niños”.

En un momento dado, el proyecto tomó un rumbo que los llevó a adentrarse en otros terrenos esenciales en la formación integral de los niños: “Los análisis que hacíamos de los piratas, de quiénes eran, los llevó a plantearse la posibilidad de cambiar la connotación de que los piratas eran malos y, entonces, los niños se empezaron a preguntar cómo podían ser unos piratas buenos, cómo tener misiones piratas para aprender algo positivo, además de aprender sobre ubicación, con el uso de la brújula, o trazar rutas para localizar el auditorio o la biblioteca, donde había muchos tesoros por descubrir ”, comenta la profe Jenny.

Este giro en la misión proyectada inicialmente por los pequeños piratas de la profe Jenny fue en realidad un gran hallazgo porque los llevó a explorar los terrenos de la socioafectividad, a involucrar a sus padres y a descubrir un ¡verdadero tesoro!, uno inagotable...

La profe Jenny con una estudiante

“En el tesoro encontramos lo que nos dieron los papitos, las carticas. A mí me escribieron te adoro, te quiero, te amo. Y mi mami me hizo un ponquecito porque yo soy muy linda (...) y, cuando cavamos, también encontramos en el tesoro unos mapitas con las emociones: amistad, diálogo, amor y la felicidad”, dice Émily Julieta Sánchez Meneses, una de sus pequeñas alumnas.

La profe Jenny y sus estudiantes sosteniendo unas carteleras

Para hacer posible esta bonita sorpresa pirata, en pergamino, Jenny Eslava hizo una especial invitación a los padres de familia y, en una reunión con ellos, les dijo que quería que escribieran mensajes a sus hijos, los cuales ella iba a esconder en el cofre. “Si algún padre no enviaba mensaje, su hijo no iba a encontrar nada y la idea era que todos recibieran algo y que todos escucharan lo que sus padres les habían escrito”. La respuesta fue inmediata.

Soranny Sánchez, mamá de la alumna Magdalena Romero Sánchez, recuerda esta experiencia: “Las cartas para los niños fueron toda una sorpresa para ellos. Todos los padres participamos. Yo llegaba al salón y desde las 6:30 hasta 11:30 ayudaba a la profe a hacer decoraciones. Me encantan estos proyectos de aula porque desarrollan la mentalidad de los niños, les enseñan a ser responsables, a sacar adelante cualquier idea y, además, aprenden a colaborar. Para uno es satisfactorio porque se nota que nuestros hijos son felices realizando esos proyectos”.

Efectivamente, todos los padres se conectaron con el proyecto e hicieron los más lindos mensajes para sus hijos. “Día a día, fui leyéndolos hasta que no quedó ni uno dentro del cofre. Los niños eran felices escuchando, junto con sus compañeritos de curso, lo que les escribían sus padres. Alguna decía ‘Mi monito hermoso…’ y el niño al que se refería la carta se sonrojaba, pero también se emocionaba al sentir el amor especial de sus padres a través de esas expresiones”, cuenta la profe Jenny.

Cartelera

Este tejido afectivo descubierto en lo más profundo del cofre pirata se multiplicó en pequeños mensajes de los niños a sus padres entregados en un cofrecito hecho por ellos mismos. Aquí, el trabajo de la profe se limitó a hacer discretas traducciones a un ladito de cada carta para facilitar a los padres la comprensión de esas primeras letras aventuradas en los terrenos de la escritura del amor y la expresión del afecto.

El Proyecto de los Piratas culminó con la presentación del gran cofre pirata a la comunidad educativa del colegio INEM Francisco de Paula Santander que, al abrirlo, deslumbró con el brillo de los múltiples valores encontrados en esta aventura: diálogo, respeto, amistad, amor y otras joyas que los acompañarán toda la vida.

“Yo amo mucho a mi profesora porque nos enseña muchas cosas y a mí me gusta que me enseñen. También me gusta mi salón. Lo que más me gusta son los acuerdos porque son para acordarnos de las cosas: como no gritar, trabajar sentaditos y concentraditos y pedir la palabra porque así mi profe nos deja decir las cosas que queremos decir y nos escuchamos”, afirma Émily con total convencimiento.

La profe y los estudiantes con una corona de papel

El interés de estos niños y de la profe Jenny se centra ahora en un nuevo proyecto: ¡¡¡Luces, Cámara, Acción!!!, todo un viaje a bordo de sí mismos, una nueva aventura que los enrutará hacia los terrenos de la identidad y el autoconocimiento, timoneada por esta docente a la que, hoy, en el Día del Maestro, hemos querido homenajear y aplaudir a través del reconocimiento de su labor como docente porque tanto su deseo constante de aprender como sus ganas de aportar experiencias pedagógicas innovadoras a sus alumnos contribuyen a garantizar en Bogotá una verdadera educación de calidad.

¡Porque una mejor educación es una Bogotá mejor para todos!


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