Fecha de publicación: Mié, 02/10/2019 - 08:16

“SOMOS MÁS QUE HACER OFICIO” UNA EXPERIENCIA DE ALFABETIZACIÓN CON MUJERES ADULTAS EN EL COLEGIO ALTAMIRA SUR ORIENTAL


Johanna Rey, docente del Colegio Altamira Sur Oriental relata sobre el proyecto de alfabetización “Somos más que hacer oficio”, fruto de la construcción colectiva de mujeres de la comunidad Altamira Sur Oriental (Bogotá).

La iniciativa de emprender un trabajo de esta naturaleza surgió en el año 2017 y continúa vigente. Actualmente participan 14 mujeres de entre 38 y 82 años. La mayoría de ellas no había asistido a la escuela, otras cursaron algunos niveles de la básica primaria, y sólo una tiene estudios de secundaria. Entre sus principales ocupaciones están el aseo en colegios públicos, casas de familia y oficinas, elaboración y venta de guantes industriales, trabajo en restaurantes, cuidado del hogar y venta de productos por catálogo. Las sesiones de trabajo se desarrollan en la escuela una vez por semana, los lunes de 1:30 a 4:00 pm.

Este proyecto nace cuando noté que algunas madres, abuelas, tías o vecinas que asistían a las reuniones de entrega de informes escolares de los estudiantes, no se registraban en la hoja de asistencia. Ellas recibían el formato para firmar, lo pasaban a otra persona y al terminar la reunión se acercaban para preguntar, en un tono de voz bajo, si podían traerlos al día siguiente, para que sus hijos, nietos o sobrinos que asistían a la escuela les pudieran ayudar, ya que ellas no sabían escribir.

Otra situación que llamó mi atención fue el hecho de ver, en varias oportunidades, que algunas abuelas y tías de los estudiantes se acercaban a la escuela, dentro de la jornada escolar, para sacar a los niños y llevarlos consigo a hacer trámites relacionados con el cobro del dinero de la pensión. Esto porque, como señaló la señora Julia, abuela de Querubín, necesitaba que su nieto llenara por ella los papeles que le daban en el banco.

En otra oportunidad, la mamá de un estudiante se acercó para pedirme que le leyera la boleta de calificaciones de su hijo. Asimismo, percibí que a la escuela acudían abuelas para pedir a los maestros que les leyeran sus fórmulas médicas, pues necesitaban saber los nombres de las medicinas, las dosis y la frecuencia con que debían tomarlas. Para Isabel, una abuelita de la comunidad,

 […] no saber leer a esta edad [82 años] es muy duro, pues el doctor le envía a uno medicinas y si uno no sabe leer, uno no sabe qué hacer, qué medicina tomar, cuántas pastillas, ni a qué hora. Siempre uno tiene que pedir el favor y no siempre hay alguien que lo haga de buena manera.

La cercanía con prácticas sociales como éstas me permitió identificar la necesidad y la oportunidad de proponer un proyecto de alfabetización en la escuela Altamira Sur Oriental, donde decidí colocar en el centro de atención la alfabetización de las mujeres adultas con baja y nula escolaridad. Había quedado clara para mí la realidad educativa de las mujeres en contextos marginales; realidad que por ser tan frecuente se vuelve imperceptible para la cotidianidad de la sociedad y de la escuela.

Con la puesta en marcha de este proyecto se ha promovido múltiples usos de la cultura escrita y de las tecnologías de la información y la comunicación que son relevantes para el colectivo de las mujeres, en general, y para cada una, en particular. La narración de historias de vida y conocimientos locales han sido los mediadores para motivar la producción de textos propios relacionados con la vida de las participantes. Para las mujeres del proyecto la apropiación de la lectura y la escritura les ha permitido contar sus historias de vida, expresar las complejas realidades que enfrentaban en el contexto sociohistórico y cultural en el que se encuentran, y construir espacios de escucha y hermandad frente a los dramas compartidos.


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